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Actualizado: 1 de junio de 2025


Se había entrado por fuero propio, pagando á mi doncella. Era don Rodrigo Calderón. Me traía un mensaje y un regalo del duque de Lerma. Yo acepté. Después de haberme hablado por el duque, don Rodrigo me habló por mismo. Eso sucede casi siempre: el corredor de un gran señor goza antes que él, y es muy justo dijo Quevedo ; el agua moja antes el cauce que el pilón.

Concluyo aquí, dejando á la consideracion de los benévolos lectores, lo que yo no puedo decir sin estender demasiado este prefacio, poco necesario en las humildes coplas de un hijo del desierto. ¡Sea el público indulgente con él! Y acepte esta humilde produccion, que le dedicamos como que es nuestro mejor y mas antiguo amigo. La originalidad de un libro debe empezar en el prólogo.

Yo comprendí.... Dios y mis desgracias me han dado alguna penetración... comprendí que mi buen amigo había encontrado en esta pobre algunos méritos personales, y no estaba conforme con que yo fuera su criada, ni su pupila, ni tampoco su hija; quería llevar su generosidad hasta un extremo tal.... El agradecimiento llenaba mi corazón; ¡qué regocijo me causa el agradecer y el pagar, aunque sea con poco!... Yo acepté entonces los favores de mi protector, y me dije que debía hacer todo lo posible por merecer el bien inmenso que aquel hombre quería hacerme. ¡Ay! cómo luchó entonces por arrancarme lo que aún restaba de lo pasado.... Aún quedaba algo: negarlo sería mentir.

Presumo que el motivo es éste: en vez de agotarme en una defensa angustiosa y a toda costa contra lo que sentía, como deben de haber hecho todos, y aún los marineros sin darse cuenta, acepté sencillamente esa muerte hipnótica, como si estuviese anulado ya. Algo muy semejante ha pasado sin duda a los centinelas de aquella guardia célebre, que noche a noche se ahorcaban.

En vista de ello, acepté, dándole las gracias, y observé que el joven, antes de retirarse, dirigió una última mirada al salón, y apoyándose un instante contra el palco inmediato, pareció buscar a alguien con la vista; luego, cayendo, súbitamente, en una profunda meditación, ya no pensó en marcharse.

No tenía yo, descuidado madrileño, juicio formado sobre esos males nuevos y esas nubes negras, a pesar de haber soñado con la mitad de ello la noche antes como en profecía de lo que había de pintarme Neluco al día siguiente; pero recordando vaguedades y lugares comunes que a propósito de tan delicada materia había leído muchas veces maquinalmente en los periódicos u oído sin atención en conversaciones de café, y uniéndolo todo a lo dicho por Neluco y a lo que, durante un buen rato, continuó diciéndome todavía, y, sobre todo, por la complacencia que yo sentía en engrandecer más y más la idea que me había formado del caballero de la torre, acepté de buena gana todos los pareceres del médico, y así fuimos entreteniendo la subida de la sierra, primera parte de nuestra larga jornada.

El día 22 de junio cobrará usted sus 25.000 francos; de aquí a entonces no hará más que vegetar. Contraerá deudas y sus rentas no harían más que enriquecer a los acreedores. Deme usted su inscripción de renta y yo haré que la venda mi agente de cambio. Guardaré el capital, porque no me fío de usted. En cambio es absolutamente preciso que acepte el producto.

Las caras de los que volvían del entierro, demostraban bien claramente que no se habían conmovido mucho con la ceremonia. Don Benito me propuso ir a comer al Café de París, después de mudarnos el traje negro, y yo acepté.

Se espera que, con el tiempo, las acepte también el gobierno federal y que complete la organización nacional de la universidad, creando otras facultades. Santa Fe, a doce horas de distancia de Buenos Aires por ferrocarril, es la capital de la rica y populosa provincia de su nombre, y tiene todas las condiciones para llegar a ser un centro de cultura.

Tal vez pudiéramos influir en algún sentido... quizá volviéndonos a Buenos Aires. ¡Ya estás pensando en eso!... podrías quedarte, desde que tienes un interés; pero yo me iría con él. Y crees que Melchor acepte el regreso ya... ¡No creas! ¿Y por qué no? ¿Pero no has observado que él lo pasa «ahora» muy bien?... ...Algo me ha parecido notar...

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