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Actualizado: 1 de junio de 2025
Pero me creí obligado a sustituirle a usted para no perder una hermosa pieza, rara en este terreno. Le pertenece por derecho. No me permito, pues, ofrecérsela: se la devuelvo. Añadió algunas frases más para obligarme y acepté el obsequio del señor Domingo como deuda de galantería dispuesto a pagarla.
CUESTA. Lo más delicado será que lo entienda sin decírmelo, y que acepte mi protección sin darme las gracias. Juntos van el deber mío y el derecho de usted.
Sin notar, al parecer, la mirada de reproche que la señorita Margarita dirigió al obsequioso gentil hombre, acepté sus espuelas. Cinco minutos después, un ruido de pisadas desordenadas anunciaba la aproximación de Proserpina que traían trabajosamente al pie de la escalera del jardín reservado, y que era, entre paréntesis, una yegua muy bella mestiza, negra como el azabache.
La señora condesa bajó los ojos muy modestita, como haciéndose la desentendida de si era a ella o no a quien le tocaba pagar aquella cuenta, y el padre continuó: Pero como usted comprenderá, este sacrificio de precio incalculable, cuya idea le fomentaré yo por lo que en sí tiene de útil y meritorio y porque bastará quizá el ofrecerlo para alcanzar de Dios lo que el pobre ángel pide, no es una vocación religiosa: es sólo un ofrecimiento que en su aflicción y en su generosidad hace la niña, y mientras Dios no lo acepte, no existe la verdadera vocación, y yo, por mi parte, ni puedo aconsejarla ni autorizarla tampoco hasta entonces.
Acepté su oferta sin la menor vacilación y él fue a telegrafiar a su hermana mientras yo preparaba mis efectos para tomar el próximo tren.
Acepte usted, pues, señor duque, y no desprecie a la fortuna. ¡Cómo! yo le traigo a usted en mis manos la salud para la señora duquesa, el bienestar para usted y un fin dulce y tranquilo para la pobre niña que se extingue entre privaciones de todas clases; levanto su casa que se derrumba entre el polvo; le doy un nieto ya criado, un niño magnífico que podrá unir su nombre de usted al de su padre, y todo eso, ¿a qué precio?
Me invitó a acompañarle, lo cual acepté con gusto, tanto por enterarle de mi negocio cuanto por dar aquel grato paseo. El coche en que montamos era un faetón tirado por cuatro caballos tordos enjaezados a la calesera. Don Jenaro y yo nos sentamos delante, y éste empuñó las riendas. Dos criados venían sentados detrás.
He examinado su hoja de servicios, y se lo he hecho presente al Rey, el cual ha tenido a bien conceder a usted el mando del primer regimiento del ejército, del de la Reina... Y como tengo entendido que no es usted rico, le ruego acepte la presente libranza para montar su equipaje con el decoro que corresponde a su nuevo destino.
Eso de que usted no me haga concebir la más remota esperanza de que algún día, por lejano que sea, mi cariño llegue a ablandarla, y me acepte siquiera por esclavo... Le acepto por amigo, por buen amigo dijo la joven gravemente.
No queriendo abusar de tan generosas ofertas, acepté, con la mayor gratitud, solamente los dos últimos, así como las facilidades de trasporte por toda la república; y desde aquel instante, me consideré ya seguro de poder recorrer con fruto esta bella y rica parte del continente americano.
Palabra del Dia
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