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Actualizado: 12 de noviembre de 2025


Absorta por mis quebrantos, permanecí quince días sin darle señales de vida; después, cediendo a sus instancias, comencé a expedirle misivas por el estilo de ésta: «Señor Cura: Acabo de descubrir que los hombres son estúpidos. ¿No os parece así? Y echando al diablo las conveniencias sociales, os abrazo».

Observó con el rabillo del ojo a su doncella, y cuando la vio más absorta en la contemplación de los fuegos que se estaban quemando, maniobró hábilmente y se alejó de ella ocultándose entre la gente. Una vez sola, se detuvo otra vez.

Esa es el colmo de la satisfacción respondió Francisca, absorta hasta entonces en algún pensamiento íntimo, y que pareció que se despertaba de repente. ¡Cómo! tener la presidencia de tantas cosas y poseer el honor de apuntar en su libro de memorias los nombres de tantas personas... es un goce que renace sin cesar... Se está a la cabeza de una sociedad con tan poderoso juego en las manos... Se acabó en Aiglemont el privilegio de la aristocracia añadió echando a Petra una mirada maliciosa; ahora es el reinado de la virtud... Por otra parte, sólo al ver el modo que tiene la Melanval de mover las plumas del sombrero, de colocar la cabeza y de hacer reverencias, se comprende su inefable dicha, al lado de la cual no es nada la felicidad paradisíaca...

Maltrana, como si sintiera los efectos de este recuerdo de voluptuosidad y amor que las ilustres muertas evocaban con sus nombres, fijó los ojos en Feli, que contemplaba absorta las hermosas tumbas.

Arrodillada en el suelo vió á Alicia, absorta por la sorpresa, mostrando las sinuosas líneas de su dorso bajo las ropas de luto, olvidada de todo lo que existía en torno de ella, fijos sus ojos en aquel hombre que minutos antes marchaba á su lado hablando, sonriendo, convencido de que la vida es una felicidad, y ahora estaba tendido en el polvo, anguloso y flácido, como una pobre cosa que se vacía entre estertores.

Y la Rufina estaba absorta mirando su calle Mayor, que no les entendió la plática, y volviéndose a ella el Cojuelo, le dijo: Ya vamos llegando, señora Güéspeda, donde cumpla lo que desea; que ésa es la puerta del Sol y la plaza de armas de la mejor fruta que hay en Madrid.

María no respondió a este fervoroso discurso. Siguió mirando con fijeza extraña y como absorta en lejanos pensamientos al fabricante de conservas. ¿Sabes una cosa? ¿Qué? Que han venido también los estuches con tus vestidos, pero aun no los he abierto. Los dos tienen sobre la tapa tu cifra con corona de marquesa. Aunque te rías, no dejaré de decirte que me dio un salto el corazón al ver la corona.

Durante unos días, su mente, absorta por entero por aquel duelo cruel, aunque previsto, no estuvo dominada más que por el recuerdo de la anciana infantil a la que dedicaba una ternura filial y maternal al mismo tiempo.

Entonces fue cuando esta a su vez quedó pasmada y absorta, volviendo a todas partes la cabeza, como si buscase el sitio en que reverberaba aquel eco, tan exacto y tan fiel. No es eco clamaron las niñas ; es don Federico que está soplando en una caña agujereada.

Desde este momento su fisonomía se contrae duramente y toma la expresión siniestra y terrible de los piratas: sus movimientos son torpes y pesados como los de un lobo de mar. Cuando pasan cerca de la costa y ven una niñera más o menos gentil que les contempla absorta y admirada, se suelen guiñar el ojo con cierta malicia ruda, exclamando con voz ronca: «¡Ohé, muchachos, una fragata a barlovento

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