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Actualizado: 12 de noviembre de 2025


Daré por la fe hasta la última gota de sangre; pero para pagarme no hay dinero... ¡Ni que me hicieran Papa! Es cien veces más noble irse al campo a que le rompan a uno la crisma. La de Astorgüela, absorta y desconcertada, no desplegó los labios: Tirso cogió su teja negra de la silla en que la había dejado y añadió bruscamente: Adiós, señora.

¡Silencio! repitió; y su cabeza cayó sobre su pecho; se hubiera dicho que estaba absorta en un profundo ensueño. Solamente de cuando en cuando la agitaba una especie de temblor convulsivo, y sus dientes se entrechocaban.

Era una fatalidad implacable que pesaba sobre ella desde que había pisado a Orsdael; tenía que disimular, fingir, mentir siempre, lo mismo a su hija que a sus indignos verdugos. Permaneció un momento inmóvil, absorta en sus sombríos pensamientos. Luego, de golpe, irguió la cabeza.

Aquellas montañas se veían también, aunque más lejanas, desde la casa solariega de D. Álvaro. ¡Buena gana de reir tenía Laura en aquel instante! Su pensamiento volaba, volaba sin detenerse por los días de su existencia, desde aquellos remotos en que contemplaba absorta, de bruces sobre el balcón, las nubes que cubrían la cabeza de la Peña Mayor, hasta las escenas más recientes.

Pasaron de sala en sala, cada vez más admirados; Miquis, enfático y grandilocuente; D. José, repitiendo como un eco las exclamaciones de su amigo; Isidora, muda, absorta, abrumada de sentimientos extraños a las emociones del arte; mirándolo todo con cierta ansiedad mezclada de respeto, que más bien parecía el devoto arrobamiento que inspiran las reliquias sagradas.

Apenas hacía dos minutos que estaba allí, absorta, pensativa y fijando larga y melancólica mirada en la tranquila haz del agua, cuando un precipitado sonar de alas que venía acercándose estremeció todo su cuerpo y alborozó su alma con agradable susto.

El fanático le había dicho pocas horas antes que esperaba á su sobrino, y que era preciso acomodarle allí hasta que se mudaran todos á una nueva casa que pensaba tomar. Clara se quedó absorta al oír esta noticia, y no pudo contestar palabra, porque la sorpresa le embargaba la voz. Cuando quedó sola se encerró en su cuarto.

Absorta se quedó al oír estas palabras la señora de Centeno, así como la Mariuca y la Pepina, y no les ocurrió sino que a la miserable huérfana abandonada le había salido algún padre rey o príncipe, como se contaba en los cuentos y romances.

Todo esto es tuyo, hija mía digo, buscando su mano. Ella no me escucha; parece enteramente absorta en la belleza del espectáculo. Y en cuando llegamos al patio de entrada, una batahola ensordecedora se alza a nuestro alrededor; gritos, detonaciones, tambores y trompetas. A derecha, a izquierda, antorchas, hachones; y vemos rostros ennegrecidos por el humo, con ojos brillantes y bocas abiertas.

Pero aquel rostro ofrecía una expresión tan triste y dolorida, que no pudo menos de gritar: ¡Marta, Marta!, ¿qué tienes?... Y el mismo grito que dio le hizo despertar. Marta seguía al lado del balcón, en la sillita baja, absorta al parecer en su tarea. Y, no obstante, el joven, aunque ya despierto, estaba convencido de que había lanzado un grito.

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