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Actualizado: 28 de junio de 2025
Romeo despidiéndose de Julieta y bajando por la escala cuando el canto de la alondra se lo ordena cruelmente: Francesca y Paolo leyendo juntos el libro de Galeoto: Fausto y Margarita paseando cogidos del brazo por el jardín: una joven circasiana reclinada sobre cojines de terciopelo, etc., etc. La puerta torna á abrirse y chilla un poco.
Un segundo estremecimiento más profundo, más persistente, se dejó notar en doña Juana, que exhaló un grito y se puso de pie aterrada. No podía ser el libro lo que había causado este nuevo terror. En efecto, había sido distinta la causa. La duquesa había visto abrirse una de las paredes de la cámara, y salir por la abertura una sombra negra. Su sobresalto, pues, era muy natural.
Conozco el tortuoso río y el punto exacto donde, a través de los siglos, el agua ha conseguido abrirse paso sobre un lecho rocalloso y profundo lleno de peñascos gigantescos, saltos torrentosos y hondas lagunas.
Iba a abrirse el antiguo coliseo con la Compañía de ópera remendada, y las de Oliva no podrían ir los jueves y domingos a lucir sus gracias, enhiestas en sus sillones con almohadón, a la orilla del antepecho de su palco, como grullas tiesas y melancólicas a la margen del mar. El pariente difunto era un tío segundo; pero era marqués.
Y del sello roto saltaba un caballo rojizo. Su jinete movía sobre la cabeza una enorme espada. Era la Guerra. La tranquilidad huía del mundo ante su galope furioso: los hombres iban á exterminarse. Al abrirse el tercer sello, otro de los animales alados mugía como un trueno: «¡Aparece!» Y Juan veía un caballo negro.
Cuando fueron á prender los inquisidores á Alcaudete, resistióse á mano armada con ayuda de sus criados, los cuales dieron muerte al alguacil mayor del Santo Oficio que era quien mas pugnaba por abrirse paso; pero al fin fueron puestos en huida.
No tardaba en abrirse algún ventanillo y aparecer por él un rostro fresco y sonrosado que al ver a Celesto sonreía mostrando unos dientes admirables. ¿Eres tú, capellán? Soy yo, Josefina. ¿Qué vientos te traen por aquí?... ¡Ah! sí, la romería de la Peña; ya no me acordaba. ¿Te vienes con nosotros? No; iré hacia la tarde. Vente ahora, y te llevaremos en brazos. Soy muy pesada.
Veía abrirse de pronto un ventanal en su imaginación, y pasaban por este cuadro luminoso la melancólica Cinta, su hijo Esteban, el puente del buque, Tòni junto al timonel. «¡Olvida! gritaba la voz de los malos consejos, borrando la visión . ¡Goza del presente!... Tiempo te queda para ir en busca de ellos.»
En la muchacha tampoco tenía ya imperio la voluntad; desfallecía de amor, miraba y no veía, las palabras de don Juan no le parecían voces humanas; se le antojaba estar oyendo el ruido delicioso que las puertas de los cielos deben de producir al abrirse para que penetre en la gloria un elegido del Señor.
Tampoco debía de haberse alejado mucho, pues se sentían sus pisadas y sus gruñidos y el ruido que hacía al abrirse paso a través del ramaje.
Palabra del Dia
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