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Actualizado: 18 de junio de 2025
Acuérdate, hombre, que eres polvo y en polvo te has de volver, en cuanto al cuerpo, pues eres hombre de humo ó tierra.» ¡Lee esto! ¡lee esto! decía el millonario abriendo el libro por aquella misma página que tenía señalada, como si fuese su obsesión. ¡La Muerte! murmuraba luego.
Se puso en pie y abriendo la puerta cuchicheó un instante con Jacoba, que estaba fuera de centinela. Al cabo de pocos minutos la obesa medianera abrió otra vez la puerta cautelosamente y les entregó la niña dormida. Amalia se sentó, haciéndola descansar en su regazo.
Y mientras el emisario salía, el doctor Eneene se esperezaba en la poltrona sin ceremonia, abriendo de par en par la boca, en un bostezo de corrección poco ministerial.
»Carlos, menos ágil que yo, no pudo seguirme, y permanecía en el salón cuando, abriendo la puerta, entró el duque de Arcos, de gran uniforme, con el sombrero convenientemente colocado y su bastón de puño de oro en la mano. »Su vista se fijó en seguida a las pruebas del crimen, que estaban diseminadas por el pavimento. Carlos palideció, pero permaneció inmóvil viendo al Duque dirigirse hacia él.
¡Ta! ¡ta! exclamó el duque . ¡Así son las mujeres! Tú estás enferma, querida, y no serán las flores de azahar las que te curen. ¡En cuanto a mí...! Su mirada acabó la frase de modo tan expresivo que hasta el mismo duque la comprendió. ¡Eso es! dijo ; ¡a vuestra comodidad! ¡moríos las dos juntas! ¿Y entonces qué será de mí? Usted será rico, padre mío dijo Germana abriendo la puerta del comedor.
Pero Clementina no quiso explicaciones: se juzgó vendida y sólo pensó en preparar secretamente su desquite. Por de pronto, quiso ser informada jurídicamente y abriendo la puerta, llamó á Bobart, que, desde la aparición de Roussel en la casa, estaba en acecho.
Ingentes peñascos, montañas enteras, si sirven de obstáculo a que se dilate el fuego que de repente arde en el seno de la tierra, vuelan deshechos por el aire, dando lugar y abriendo paso a la amontonada pólvora de la mina o a las inflamadas materias del volcán en erupción atronadora.
Al cabo dijo en tono indiferente: ¿No sabe usted?... Enrique ha conseguido cambiar el aderezo, y ayer ha llegado el otro sin novedad. Vaya, gracias a Dios repuso doña Gertrudis, abriendo los ojos . Bien creí que no se lo cambiarían. ¿Por qué no? ¡Toma!, porque vendiendo el otro se habían deshecho de una antigualla de la cual no sé cómo saldrán ahora.
Volvió el ave a aletear a la par del alero, graznando agresiva, cuando abriendo la puerta del salón anunciaron: Doña Rebeca. Carmen imploró. Viene a buscarme; ¡no me dejes, por Dios, no me dejes! El de Luzmela había doblado la cabeza sobre el hombro de la niña, y sus brazos se iban aflojando en torno al cuerpo grácil de la criatura.
Ya deseo que se acabe este mes por salir della." Pues, estando en esta afligida y hambrienta persecución un día, no sé por cual dicha o ventura, en el pobre poder de mi amo entró un real, con el cual él vino a casa tan ufano como si tuviera el tesoro de Venecia; y con gesto muy alegre y risueño me lo dio, diciendo: "Toma, Lázaro, que Dios ya va abriendo su mano.
Palabra del Dia
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