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Este comercio sin embargo, aunque no bajo el pie lucrativo que antes, podrá resucitarse cuando los negocios de España se arreglen con las repúblicas de América, sea reconociéndose solemnemente su independencia, ó sea abriendo tratados de comercio, mas nunca volverá á ser lo que fue.

Si vives, no quiero de ti más que olvido, olvido de todo. que debo perdón a todos los que me han ofendido; pero hay ofensas que no se pueden perdonar. No está en nuestro poder perdonar, por más que lo digan Zorraquín y todos los clérigos juntos.... Yo me muero añadió haciendo un esfuerzo para detener la palabra que se iba, abriendo paso a la vida que se iba también , yo me acabo.

Las fachadas de las grandes casas parecían alegrarse abriendo de golpe sus puertas y balcones. La fuerza armada extendíase por toda la ciudad. La luz de los faroles hacía brillar los cascos de los jinetes, las bayonetas de los infantes, los tricornios charolados de la guardia civil.

Yo siempre he estimado a Rudesindo balbució el propietario. ¿Eh? ¿Cómo? ¿Qué decía usted? gritó don Feliciano con triunfal exaltación. Que usted siempre ha estimado mucho a don Rudesindo, ¿verdad, mi queridín? ¿Ha dicho usted eso? , señor. Yo, ¿por qué? dijo el fabricante abriendo ansiosamente los ojos. ¿Tendrías por casualidad deseos de herirle? Ni de hacerle el menor daño.

Te dueles de las cosas del cuerpo; yo atiendo a las del alma. ¿Echa padre algunas pequeñeces de menos?; yo estoy abriendo a madre el reino de los cielos. ¿Temes que Leocadia peque de liviana?; cuando llegó su espíritu a mis manos, ya estaba sucio de pecado.

repuso Nébel abriendo los ojos la señora de Arrizabalaga... Ella vió la sorpresa de Nébel, y sonrió con aire de vieja cortesana que trata aún de parecer bien a un muchacho. De ella, cuando Nébel la conoció once años atrás, sólo quedaban los ojos, aunque más hundidos, y apagados ya. El cutis amarillo, con tonos verdosos en las sombras, se resquebrajaba en polvorientos surcos.

que era Karl, con las facciones desencajadas y un agujero negro en la sien... Se irguió con un estiramiento agónico; luego se derrumbó de espaldas, abriendo los brazos. Esta visión fué instantánea. El capitán sólo podía pensar en él, y se levantó de un salto. Después corrió y corrió, encorvándose para ofrecer á sus enemigos el menor blanco posible.

Al verla de aquel modo, la risa que agitaba el pecho de Cecilia paralizóse súbito, y abriendo sus grandes ojos donde se pintaba la sorpresa, exclamó: ¡Jesús! Pareces loca, niña. Toma, toma, no vaya a darte algo. Y soltó el papelito que arrugaba en el puño. Venturita, la faz alterada aún, lo hizo mil trozos.

Sintió la muchacha como una ola de fuego que la envolvía desde la planta de los pies hasta la raíz del cabello, y después un leve frío que le agolpó la sangre al corazón. Borrén se aproximó a la amante pareja, abriendo las manos llenas de tierra y de fresas despachurradas. Ya me duelen los riñones de andar a gatas dijo . Podíamos merendar... si a ustedes no les molesta, pollos.

Cuando ya los otros se habían cansado de la luna y de las óperas y las malagueñas, don Víctor, que había comido bien y merendado con frecuentes libaciones, seguía abriendo el pecho ante la atención de Mesía, atención muda, intachable.