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Actualizado: 25 de junio de 2025
Entonces fué mayor mi repugnancia por aquel hombre, y tuve desde luego tal convicción de que intentaría robarme, que durante toda la noche no pude despedir este pensamiento de mi mente, y abandoné el lecho muy temprano, cuando aún dormían en silencio amos y sirvientes. Con la primera claridad del amanecer, penetré en la capilla.
Que Dios te proteja y que a mí no me abandone.» Cerró la carta y lo mismo que las otras la guardó en el bolsillo para enviarlas al correo en la oportuna ocasión. Hizo después pedazos la que había dirigido al juez y sacó otro cigarro y de nuevo se puso a pasear, esta vez no con calma aparente sino bien verdadera.
Pero los personajes novelescos, que han quedado vivos en esta dilatadísima jornada, los guardo, como legítima pertenencia mía, y los conservará para casta de tipos contemporáneos, como verá el lector que no me abandone al abandonar yo para siempre y con entera resolución el llamado género histórico. Santander. Noviembre-Diciembre de 1879.
Pero antes de darse la batalla decisiva, en la cual han de pelear el padre contra el hijo, Don Nuño atrae á Sancho á una conferencia, se descubre y le conjura á que abandone la defensa de la Reina; pero él permanece fiel á su deber, y, cuando intenta dar la señal del ataque, su ejército se pronuncia en favor de Don Nuño, obligándolo por necesidad á no hacer armas contra su padre.
Por la verdad combatimos. ¿Cómo hemos de suponer que Dios nos abandone? No puede ser, tía. DON URBANO. Al pasar por estos patios, ¿has visto a Electra? MÁXIMO. No. Ahora pasa. Viene del cementerio. La blancura de su hábito le da el aspecto de una aparición. DON URBANO. Silencio. MÁXIMO. No puedo contenerme.
Al decir esto, me señalaba por las ventanas del salón las hermosas alamedas de nuestro parque, los viejos castaños en flor, las lilas y las madreselvas cuyo aroma embalsamaba el ambiente. En la antesala encontré al jardinero y su familia, todos tristes y silenciosos, y mirándome como si quisieran decirme: No se marche usted, señorito; no nos abandone.
Cuando, a pesar de su deplorable situación, a Serafina, que le cuida, la mira con ojos encandilados y lo ve doña Inés, esta le dice: ¿Es posible, Alvarito, que no te abandone el demonio que te posee? ¡El vicio, que huye de todo tu cuerpo, se te mete en la cabeza y no te deja! ¡Da asco y vergüenza! ¡Ta, ta, ta, ta, ta! contesta don Alvaro.
Ello es que los casacones acudían a todas partes y no perdían movimiento alguno. Entrada la noche, y hallándome transido de frío, abandoné la cubierta, donde apenas podía tenerme, y corría además el peligro de ser arrebatado por un golpe de mar, y me retiré a la cámara. Mi primera intención fue dormir un poco; pero ¿quién dormía en aquella noche?
Llegado noviembre, abandoné, pues, Villanueva sin haber penetrado en la intimidad del «feliz matrimonio», que así resolvimos designar el doctor y yo a los dichosos castellanos de Trembles. La ausencia causa efectos singulares. Lo comprobé durante aquel primer año de alejamiento que me separó del señor Bray sin que el más leve motivo directo pareciese evocar en uno el recuerdo del otro.
PANTOJA. No es mi orgullo, como dicen, lo que se siente herido: es algo más delicado y profundo. Se me niega el consuelo, la gloria de dirigir a esa criatura y de llevarla por el camino del bien. Y me aflige más, que usted, tan afecta a mis ideas; usted, en quien yo veía una fiel amiga y una ferviente aliada, me abandone en la hora crítica. EVARISTA. Perdone usted, señor Don Salvador.
Palabra del Dia
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