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Actualizado: 6 de junio de 2025


En todo caso los varios éramos nosotras y el pobre Julio era la sinvergüenza. A Charito no la enfadaba tanto el chisme como el hecho de que Adriana esquivaba la entrevista con Muñoz y en cambio la había obligado a hacerse amiga de Julio, a quien detestaba.

Respondímosle que éramos hispano-colombianos, y como su provision de lengua castellana no era muy abundante, nos preguntó si hablábamos inglés. Al ver que podia entenderse con nosotros en su lengua y que éramos hijos del Nuevo Mundo, se manifestó muy amable, nos regaló hermosos racimos de uvas, y, como si fuésemos amigos viejos, nos trató con la mayor cordialidad.

De los cinco vascos, cuatro éramos relativamente buenas personas; pero el teniente Ugarte, no. Este era endemoniado, malo, atrabiliario. El capitán Zaldumbide le conocía, y como mandaba en dueño absoluto y allí no se guardaban más jerarquías que la suya, nos dijo varias veces en vascuence delante del piloto: Este es un perro.

34 Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; que ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá. 35 Y habiendo dicho esto, tomando el pan, dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiendo, comenzó a comer. 36 Entonces todos teniendo ya mejor ánimo, comieron ellos también. 37 Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis.

Al bajar del ómnibus, mi mujer y yo nos cruzamos algunas palabras: una de las señoras que esperaban sin duda algun amigo ó algun pariente, se acercó á nosotros y nos preguntó con el mayor afecto si eramos españoles. Es de Zaragoza, hace cuarenta años que vive en Francia, se llama doña Antonia, está casada con M. Houzé y vive en Passy, calle Mayor, núm. 38.

No nos atrevimos á preguntar á estos indios muchas cosas, porque éramos pocos, y ellos gran número; y el pueblo era tan grande, ancho y largo, que no otro mayor, ni mas populoso en todas las Indias: y juzgo nos fué de mucha utilidad la peste, que si no la hubiera, escapáramos dificultosamente de tanta multitud.

Así terminó nuestro amor dijo Isidro después de larga pausa, levantando la frente de entre las manos . Así terminó, porque éramos pobres... Me quedó un hijo, y la primera vez que lo tuve entre mis brazos, en una casucha de las afueras de Madrid, creí nacer de nuevo, pero más fuerte, con una voluntad que nunca había sospechado... El pobre rollo de manteca, con sus ojitos como dos punzadas, me hizo sentir la impresión de una fuerza misteriosa que me insensibilizaba interiormente.

¡Oh, qué dulce nombre! , éramos novios y guardamos silencio, mientras que el cura lloraba de alegría. Aturdían con sus cantos los gorriones y se escapaban las babosas de la prisión en que las había puesto el cura.

En dos ocasiones habían intentado la madre y la hija ir a visitarme; pero como yo nunca paraba en casa... Porque esa visita la creían ellas muy puesta en razón: sin contar con lo que pedía la buena crianza, éramos parientes; ¡vaya si lo érarnos! Por los Ruiz de Bejos un poco, y por los Castañaleras, más de otro tanto.

Sin embargo, me hablaba de ti en unos términos... Ciertamente, no puedo quejarme de su modo de proceder diario, pero ayer éramos sus invitadas, y esto es un matiz; hoy he vuelto a ser sencillamente la institutriz de su hija y no dejaría de recordármelo si yo lo olvidase.

Palabra del Dia

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