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VECINA. Jesús, señora, no hay de qué ... entre vecinas y amigas hoy por ti, mañana por ... ¡y nosotras que vamos a ser tan amigas!... como que vivimos en el mismo piso ... porque aquí en esta casa, como en todas, con el vecino de al lado es con quien se trata ... y nadie quiere bajarse ... ni subir escaleras ... muy bien hecho ... cada oveja con su pareja ... la marquesa con el canónigo en el piso principal ... en el segundo, el abogado con el comerciante ... en el tercero, el agente de negocios con la viuda del coronel ... así en los demás pisos ... por eso también nadie trata con la encajera ... verdad es que no hay más guardilla que la suya ... y luego ya le dije a usted que es muy necia y muy vana.... Pero voyme corriendo, que dejé la sartén a la lumbre, no sea que se me queme la salchicha ... porque ha de saber usted que mi marido almuerza todos los días salchicha.

VECINA. Ya lo supongo ... ¿qué habían ustedes de oír?... si es una grandísima embustera ... muy tonta y muy presumida ... sin que yo sepa en qué se funda ... porque al cabo, ¿qué ha sido antes de casarse? ¿doncella en casa de un consejero?

VECINA. Lo siento, porque mi hermana lava muy bien ... como que lava a todas las colegialas de Loreto ... y si no fuera por cierta desgracia que tuvo ... ya se lo contaré a usted otro día ... porque ahora estoy de prisa ... agur ... ¿pues no me huele a salchicha quemada? DON EDUARDO. ¡Qué taravilla! DOÑA MATILDE. Y ¡qué mujer tan ordinaria! DON EDUARDO. ¡Así hablas de tu amiga!

DOÑA MATILDE. Es prudencia por lo menos para evitar el que la vecina de enfrente fisgonee lo que va a pasar en este cuarto. BRUNO. ¡Ay! DOÑA MATILDE. ¿Qué es eso? BRUNO. No es cosa, un chichón que debo a la vecina de enfrente. DOÑA MATILDE. ¡Y todavía no has abierto la reja! BRUNO. ¿Para qué? ¿Si se ha de ir usted al cabo, no vale más el que se salga usted por la puerta?

Y bien, también yo he sido doncella, si vamos a eso ... en casa de un covachuelista ... y un consejero y un covachuelo allá se van ... los dos tienen usía ... conque diga usted, vecina, ¿acabó usted con mi candelero? DOÑA MATILDE. , señora, aquí está ... y muchas gracias....

VECINA. No señor, con Dios ... decía que se quedasen ustedes con Dios ... vaya, que según veo me parece usted pieza.... Ah, vecina, se me olvidaba, ¿necesita usted de una lavandera? DOÑA MATILDE. Precisamente iba yo.... DON EDUARDO. Di que no. DOÑA MATILDE. No, señora, ya tenemos una....

DON EDUARDO. ¡Hola! VECINA. Como usted lo oye ... y a fe que lo acierta ... para eso es casi un empleado ... con siete reales y lo que cae ... guarda de a caballo, para servir a usted y a Dios.... Ea, quédense ustedes con él. DON EDUARDO. ¿Con su marido de usted?

VECINA. ¿Y para qué es el dinero, señora, si no para gastar?... como dijo el otro ... y Dios le a su señoría mucho ... porque lo sabe emplear, y porque no regatea ... como otras usías de medio pelo que conozco yo, y que....

MARQUESA. ¡Ah! ya caigo ... usted es la que suele proporcionar ropa y géneros de lance. VECINA. Cabalito ... como mi marido es guarda.... MARQUESA. ¿Y tiene usted ahora algo de nuevo?

DON PEDRO DE LARA DOÑA MATILDE, su hija DON EDUARDO DE CONTRERAS BRUNO, criado de DON PEDRO LA MARQUESA EL CASERO LA VECINA La escena pasa en Madrid; los tres primeros actos en una sala bien amueblada, aunque algo a la antigua, de la casa que habita D. Pedro, y el último acto en un cuarto muy miserable y en donde habrá sólo una mala cama, dos o tres sillas de paja vieja, un brasero de hierro etc.