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DON EDUARDO. No, no ... pero ve de puntillas, y mira si por la rendija puedes atisbar quién es. DOÑA MATILDE. Voy ... es un viejecito barrigoncito, con calzones de pana y medias rayadas. DON EDUARDO. ¡Él es! DOÑA MATILDE. ¿Quién dices? DON EDUARDO. El diablo. DOÑA MATILDE. ¡Jesús mil veces! DON EDUARDO. O el casero, que es lo mismo ... ¿dónde me esconderé? DOÑA MATILDE. ¡Esconderte!

DOÑA MATILDE. No señor, sino que.... CASERO. ¿Y el Sr. D. Eduardo? DOÑA MATILDE. Acaba de salir.... CASERO. ¡Calle! ¡Y me había prometido que me pagaría por la mañana el mes adelantado! DOÑA MATILDE. Es que.... CASERO. ¡Mal principio ... muy malo, a fe mía! ¿Y cuando estará de vuelta? DOÑA MATILDE. Me dijo que volvería al anochecer y que luego....

DOÑA MATILDE. ¿Sueño por ventura? ¡Es ésta aquella Clementina tan sentimental, de cuya amistad estaba yo tan segura! ¡Cómo me ha tratado con su aire de protección!... ¡peor que el casero con su grosería! y compró el vestido sólo por darme en ojos ... porque vió que me gustaba, y que ... ¡ah si yo hubiera tenido ochocientos reales! , ¡cuándo volveré yo a tener ochocientos reales!

Matilde comienza ya a padecer los inconvenientes de su posición: humíllala el casero, humíllala una antigua compañera de colegio, marquesa, que vive en la misma casa, y que dice que una cosa es casarse, y otra enamorarse; en lo cual no parece su señoría un si es no es verde y alegre de cascos: humíllala, en fin, una vecinilla ordinaria entre cotorra y contrabandista: llora Matilde y conoce su yerro.

DON EDUARDO. Allí ... debajo de la cama ... y abre luego, y dile que he salido muy temprano, y que no volveré hasta la noche. DOÑA MATILDE. Eduardo.... DON EDUARDO. Abre ya ... antes que nos rompa la puerta. DOÑA MATILDE. Pero, Eduardo, no entiendo.... DON EDUARDO. Abre, abre. DOÑA MATILDE. ¡Dios mío! ¿Qué querrá decir esto? CASERO. ¡Vaya, y qué dormida estaba usted!

DON PEDRO DE LARA DOÑA MATILDE, su hija DON EDUARDO DE CONTRERAS BRUNO, criado de DON PEDRO LA MARQUESA EL CASERO LA VECINA La escena pasa en Madrid; los tres primeros actos en una sala bien amueblada, aunque algo a la antigua, de la casa que habita D. Pedro, y el último acto en un cuarto muy miserable y en donde habrá sólo una mala cama, dos o tres sillas de paja vieja, un brasero de hierro etc.

CASERO. ¡De pagar a su casero, eh? DOÑA MATILDE. No digo eso, sino que aunque somos pobres somos personas de honor, y que.... CASERO. , , personas de honor sin dinero ... eso es lo que yo me temía ... y ésos son los peores inquilinos.