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DOÑA MATILDE. ¿Qué hará luego mi padre? BRUNO. ¿Qué? Encerrar a usted bajo llave si no desiste.... DOÑA MATILDE. ¡Encerrarme ... a !... Bruno, está visto ... me quieres precipitar ... pues bien ... lo lograrás ... ¿ves este papel?... BRUNO. ¿Y qué hay en ese cucurucho? DOÑA MATILDE. Píldoras. BRUNO. ¿De jalapa? DOÑA MATILDE. De rejalgar. BRUNO. ¡Jesús mil veces!

Por la misma razón, si tratan de escaparse, y no tienen otro recurso, se arrojan por una ventana; mas si tienen la puerta franca, aquel paso ya no es ni medio verosímil. Esta exageración hace aparecer a Matilde loca las más veces; quiere ser el don Quijote de las novelas.

El hombre como la mujer está lleno de deberes: en cumplirlos ordenada y totalmente está el verdadero mérito. ¿No dedica la mujer filipina una parte a veces considerable de su tiempo a la iglesia y a otros deberes llamados de sociedad, a ir de visitas o recibirlas, a concurrir a fiestas, teatros y bailes?

Desde el momento en que uno muestra ser educado, al punto obtiene la consideración y el respeto de los demás. A pesar de los prejuicios de raza, solamente por su educación el hombre amarillo u oscuro puede conquistar el respeto y a veces la admiración del hombre blanco.

I could never get a clue to these harsh and unexpected measures, except that there had been some recent smuggling discovered in Liverpool, and that the man in question had been sent down from London to act the part of Argus. If so, I landed in an evil hour: "nefasto die," making good the Spanish proverb, "Pagan a las veces, justos por pecadores": At times the innocent suffer for the guilty.

'Lope Alvarez Ponce de Leon, Regidor de Segovia... casó dos veces: la primera con Doña Leonor Sánchez de Olivares, hija de Díez Sánchez de Olivares y hermana de aquel valiente caballero Don Pedro de Olivares, comendador del Olmo, del orden de Calatrava en tiempo del Maestro D. Rodrigo Téllez Girón. De este matrimonio tuvieron tres hijos.

La instrucción no ha atrofiado ni desmejorado ninguna de las facultades fundamentales de la mujer, sino, por el contrario, las ha elevado y enriquecido. Lejos de ser una carga constante para la familia, la mujer instruída ha sido muchas veces su sostén y apoyo en apurados trances.

DON EDUARDO. No, no ... pero ve de puntillas, y mira si por la rendija puedes atisbar quién es. DOÑA MATILDE. Voy ... es un viejecito barrigoncito, con calzones de pana y medias rayadas. DON EDUARDO. ¡Él es! DOÑA MATILDE. ¿Quién dices? DON EDUARDO. El diablo. DOÑA MATILDE. ¡Jesús mil veces! DON EDUARDO. O el casero, que es lo mismo ... ¿dónde me esconderé? DOÑA MATILDE. ¡Esconderte!

Su familia, que había quedado en Madrid, se le reunió después en Bruselas de donde en 1829 pasó D. Manuel de encargado de negocios a Londres. De esta última corte, y siendo ministro plenipotenciario, después de la caída de Carlos X, fué dos veces a París con el carácter de enviado extraordinario, logrando ajustar nuestro primer tratado de amistad y comercio con Francia.

Son las mujeres y las hijas a quienes se condenan a sufrir muchas veces privaciones y sufrimientos innecesarios por causa del vicio y de la falta del hombre en la familia.