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He aquí un tiempo como se ve pocas veces, como no se ha visto desde hace veinte años. ¿Se acuerda usted, señor Domingo, de hace veinte años? ¡Ah, qué vendimias aquéllas, qué calor para recoger... y qué modo de gotear los racimos como esponjas, y cómo eran dulces como azúcar las uvas!... No había gente bastante para cortar todo lo que los sarmientos tenían...

Las vendimias atraen infaliblemente los matrimonios: es la estación del año que hace emprendedores a los mozos, enternece el corazón de las muchachas y forma los noviazgos. La distribución de la beneficencia estaba a cargo de la señora de Bray.

Ya no se ve a los señores alternando con los pobres en las vendimias, bailando con las muchachas y requebrándolas como un gañán joven. La guardia civil corre el campo como en los tiempos que salían bandidos a las carreteras... ¿Y todo por qué, señor?

Poco serio y muy arriesgado es admitir cosas no demostradas plenamente en trabajos de esta índole y tratándose de hombres y obras tan importantes; pero en esta ocasión me inclino a creer que Rubens en sus diálogos con Velázquez le haría descripción de la extravagante pantomima flamenca y que, seducido aquél por el sabor picaresco, concebiría lo principal del asunto; completándolo y españolizándolo luego con lo que pudiera observar en las vendimias de Chinchón, Colmenar u otro pueblo cercano de Madrid, donde no habían de faltarle grupos de hampones y vagos que le sirvieran de modelo.

Desde la entrada del pueblo principian los puestos, las «vendimias», como dicen en Villaverde las fondas y los figones, improvisados bajo un toldo de manta, o a la sombra de una enramada. Por todas partes vendedores de frutas, de torrados, de cacahuates, de «tepache», de bizcochos y de dulces. Helados, refrescos, aguardientes, todo tiene allí salida. Hay allí cosas para todos los gustos.

El Demonio Mayor anda por las ferias y las vendimias, y las procesiones, con la apariencia de una moza garrida, tentando a los hombres. Frailes y vinculeros son los más tentados. ¡Ay, hermano, cuántas veces habremos estado con una moza bajo las viñas sin cuidar que era el Demonio Mayor de los Infiernos!

Al llegar las vendimias con el mes de Septiembre, los ricos de Jerez se preocupaban más de la actitud de los jornaleros que del buen resultado de la recolección.