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Estos bajos fondos literarios disfrazan con metáforas pintorescas su dolor; el dolor de los que no han sabido decir lo que llevaban dentro... o lo que creían que aleteaba bajo su frente: el dolor de los artistas de corazón que han fracasado en la Puerta del Sol, agarrotados por la necesidad. ¡El dolor de la literatura, de los ex literatos, de los hampones pintorescos, de los buscadores de calderilla, como sombras, entre la penumbra de las calles, a la madrugada! ¡Pobre Santaló!

Poco serio y muy arriesgado es admitir cosas no demostradas plenamente en trabajos de esta índole y tratándose de hombres y obras tan importantes; pero en esta ocasión me inclino a creer que Rubens en sus diálogos con Velázquez le haría descripción de la extravagante pantomima flamenca y que, seducido aquél por el sabor picaresco, concebiría lo principal del asunto; completándolo y españolizándolo luego con lo que pudiera observar en las vendimias de Chinchón, Colmenar u otro pueblo cercano de Madrid, donde no habían de faltarle grupos de hampones y vagos que le sirvieran de modelo.

LA noche es la suprema aristocracia. La noche es una dama misteriosa, como Ligeia, como Eleonora, las mujeres litúrgicas, transparentes y ultraterrenales de Edgardo Poe. El día es un poco plebeyo con tanto escándalo de sol, con tanta greguería ramplona. ¡Noche! Viciosa querida bohemia, como una alta dama que va a la busca de emociones raras entre los hampones y las busconas.

En aquel mismo punto quedó concertado el lance, como en aquel tiempo galano en que los poetas hampones se batían por un soneto en las encrucijadas del viejo París. Caía la media noche cuando los combatientes se hallaban junto a la puerta del cementerio de San Martín. El claro de luna encantaba melancólicamente la fúnebre decoración.