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Instalado el perro en la casa, Salomé le puso nombre, y recordando las lucubraciones mitológicas y pastoriles de los poetas que en el tiempo de la Chinchón la obsequiaban con sus versos, le puso el nombre clásico de Batilo.

Yo he querido competir con mi amigo D. Arturo, y sin robarle su marca registrada he hecho aguardiente de anís doble también, que es tan altruista y tiene un espíritu tan sociológico como el suyo. Estas muchachas traerán en sendas bandejas copas y aguardiente de Villalegre y de Chinchón.

Y me devanaba los sesos y se me espantaba el sueño sin acerrtarr... Al otro día otra carrtita... ¿Perro de dónde crees?... ¡De Chinchón, Jacobo, de Chinchón!... La abro, y el mismo lema: ¡Mentecato!

Sin embargo, pocos días después de la ejecución de Bracamonte, y no sin prevenir de antemano al Corregidor, marchose don Alonso para Madrid, con el propósito de pedir amparo a su amigo el Conde de Chinchón y arrojarse a los pies del soberano protestando de su inocencia. Felipe Segundo se hallaba todavía en El Escorial, y don Alonso prosiguió su viaje con una carta del Conde.

Hallábanse en él el excelentísimo señor don Luis Jerónimo Fernández de Cabrera Bobadilla y Mendoza, conde de Chinchón, virrey de estos reinos del Perú por S. M. don Felipe IV, y su íntimo amigo el marqués de Corpa. Ambos estaban silenciosos y mirando con avidez hacia una puerta de escape, la que al abrirse dió paso a un nuevo personaje. Era éste un anciano.

Una sola vez en su vida tuvo que ver con gente de mala ralea, con motivo del bautizo del chico de un sobrino suyo, que estaba casado con una tablajera. Entonces le ocurrió un lance desagradable del cual se acordó y avergonzó toda su vida; y fue que el pillete del sobrinito, confabulado con sus amigotes, logró embriagarle, dándole subrepticiamente un Chinchón capaz de marear a una piedra.

Sólo Elías Orejón, que gozaba sin sueldo de las preeminencias de intendente, lo sabía. Don Baltasar fundaba su esperanza en Salomé, cuyo peinado de canastillo había seguramente gustado mucho al joven Duque de X..., que buscaba esposa en la tertulia de la citada Duquesa de Chinchón. Salomé era entonces una Sílfide.

Su vieja amistad con el Conde de Chinchón y su parentesco con el Marqués de Velada era causa de que los menos informados le atribuyesen grande influencia en la Corte, ilusión que él mismo alimentaba repitiendo a menudo las dos o tres frases que Su Majestad le había dirigido en su larga vida de pretendiente y mostrando hacia el Monarca una admiración tan grande como el odio recóndito que, en verdad, sentía por aquel espectro coronado, cuya sola mirada le cuajaba los tuétanos.

Amenazado el Pacífico por los portugueses y por la flotilla del pirata holandés Pie de palo, gran parte de la actividad del conde de Chinchón se consagró a poner el Callao y la escuadra en actitud de defensa. Envió además a Chile mil hombres contra los araucanos, y tres expediciones contra algunas tribus de Puno, Tucumán y Paraguay.

Impuso silencio y habló de esta suerte: Yo tengo en Chinchón un excelente amigo, llamado D. Arturo González, el cual es tan profundo sociólogo como hábil fabricante o cosechero de aguardiente de anís doble. De este producto suyo me ha enviado algunas botellas, en cuyo marbete, que hoy se llama etiqueta, se lee con asombro: Espíritu-Sociológico o líquido altruista.