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Es un bocado superior, y vais a probarlo. ¡Ven acá, Horn! Bajaron ambos hasta el banco, que llegaba a la mitad del río, y se precipitaron sobre las tortugas, que aún no se habían percatado de la presencia del enemigo.

Abundan también de muchos monos, gallos, tortugas, antas, ciervos, cabras monteses y también de culebras y víboras de extraños venenos, porque hay algunas que luego que muerden se hinchan los cuerpos de los pacientes y destilan sangre por todos sus miembros, ojos, oídos, boca, narices y aun de las uñas; pero el doliente, como echa por tantas partes aquel pestilente humor, no muere.

La casa más notable es la que llaman en los libros «del Gobernador» que es toda de piedra ruda, con más de cien varas de frente y trece de ancho, y con las puertas ceñidas de un marco de madera trabajada con muy rica labor. A otra casa le dicen de las Tortugas, y es muy curiosa por cierto, porque la piedra imita una como empalizada, con una tortuga en relieve de trecho en trecho.

Megaterios, mastodontes, tortugas gigantescas, cocodrilos alados, todos esos seres quiméricos se hacinan en el caos espantoso. Hay millares de piedras amontonadas en el desfiladero, y cualquiera de ellas podría servir de cantera y bastar para la construcción de pueblos enteros.

Tomó entonces Urashima un remo y la Princesa marina otro; y remaron, remaron, hasta arribar por último al Palacio del Dragón, donde el dios de la mar vivía e imperaba, como rey, sobre todos los dragones, tortugas y peces. ¡Oh que sitio tan ameno era aquel!

Bueno será que sepas una cosa, que sin duda no sabes, y es que las tortugas viven mil años: al menos las japonesas los viven. Urashima, que no lo ignoraba, dijo para : Un pez me sabrá tan bien para la comida y quizás mejor que la tortuga. ¿Para qué he de matar a este pobrecito animal y privarle de que viva aún novecientos noventa y nueve años? No, no quiero ser tan cruel.

Oportunamente, en el Salto del Uruguay ó de las Tortugas, en donde, como se decia, los otros reales de enemigos, á saber, los Españoles se habian juntado con el Gobernador de la ciudad del Puerto, se deslizaron en partes, ó desertaron muchos.

Los isleños comprendieron que su ruina era cierta de continuar en actitud de guerra, y aparentemente desistieron, enviando emisarios á los españoles, con presentes de conchas y tortugas como símbolos de paz, pidiendo perdón por los hechos pasados, y prometiendo ciega obediencia para lo sucesivo. Esto acaeció á 13 de Noviembre de 1673.

Algunos exploradores que iban delante descubrieron á lo lejos una humareda, de que tuvimos todos grande alegría. A primero de Octubre hicimos alto á la orilla de un río, donde nos pudimos reparar con pescado y tortugas que hallamos en una laguna.

En un momento se apoderaron de dos de las más grandes, y las volvieron boca arriba para impedirles huir, mientras cogían otras; pero las demás se apresuraron a tirarse al agua, escondiéndose entre el limo y las plantas. Déjalas ir, Horn. Ya tenemos carne de sobra. Llamaron en su ayuda a Cornelio y al chino, y entre todos transportaron las dos tortugas a la orilla.