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Jornada segunda. El príncipe Rugero intenta matar al duque Federico, creyendo que es su rival, y que pretende también á Casandra, por haber oído que acostumbra visitarla de noche. Soborna á un criado para introducirse en secreto en la habitación de su amada.

Gonzalo ayudó con el hombro. Por fin, después de un vano forcejeo, convinieron en escalar juntos la tapia. Gonzalo apoyó su pie en el muslo de Ramiro y, cuando se hubo encaramado, tendió desde arriba la mano a su rival, ayudándose uno a otro como en los desafíos de los libros caballerescos y como lo hicieran Amadís, Rugero o Esplandián, con su valiente cortesanía. Era una cantera abandonada.

El duque Federico, que conoce este secreto, anuncia á Alejandro que el Rey, á causa de la disputa que ha tenido con Rugero, está animado contra él de disposiciones hostiles, y le aconseja que huya de la corte por algún tiempo. Alejandro lo obedece, se despide de su esposa, y huye.

Rugero salva la vida á la condesa Aurora de Barcelona, á quien ama, y apela á todo linaje de sacrificios heróicos por ganar su corazón; pero un concurso fatal de circunstancias hace que el premio de todos sus actos lo recoja su rival, y hasta que su amada los desconozca, logrando, al fin, abrir los ojos de Doña Aurora, la cual, por otra parte, siempre le ha mostrado cierta inclinación.

Segismundo desembarca en las costas de Chipre á causa de una tempestad, y penetra por un subterráneo en el palacio de Diana, y la ve y se enamora; pero el triste resultado de su desafío anterior, y la circunstancia de que la mano de Diana ha de ser el premio de su propia muerte, le obligan á ocultar su nombre y á hacerse pasar por Rugero, príncipe de Creta.

Ningún otro drama trágico de Rojas iguala por su mérito á García del Castañar. Ha escrito algunos, sin embargo, que por muchas razones merecen fijar nuestra atención. En la primera jornada del drama de Rojas se nos presenta el rey de Hungría, reconviniendo á su hijo, el príncipe Rugero, por sus costumbres licenciosas y por su ambición insaciable.

-El nombre -respondió la Dolorida- no es como el caballo de Belorofonte, que se llamaba Pegaso, ni como el del Magno Alejandro, llamado Bucéfalo, ni como el del furioso Orlando, cuyo nombre fue Brilladoro, ni menos Bayarte, que fue el de Reinaldos de Montalbán, ni Frontino, como el de Rugero, ni Bootes ni Peritoa, como dicen que se llaman los del Sol, ni tampoco se llama Orelia, como el caballo en que el desdichado Rodrigo, último rey de los godos, entró en la batalla donde perdió la vida y el reino.

Al terminar dice á Rugero las palabras siguientes: Y ansí de aquesta manera, Siendo yo padre, Rey, Partimos la diferencia; Yo no te castigaré; La plebe queda contenta: Yo quedaré siendo padre Y siendo Rey te quedas. Sus partes diversas no corresponden al argumento, ni se observa en los caracteres firmeza ni consecuencia.

En la hoja del título se lee la siguiente repartición de papeles: El conde Lucindo Fadrique. Tomín, su criado Coronel. Feniso Juan Jerónimo. Roberto Juan de Bargas. Leonardo Cosme. Rugero, rey de Nápoles Juan Bautista. Del monte sale. Autógrafo. Fecha: Madrid 20 de Octubre de 1627. En la cubierta la repartición de papeles: El conde Henrique Juan Arias. Feliciano Jusepe. Músicos.

Jornada tercera. Rugero, siempre en el error de que Federico es el esposo de su amada, penetra por medio de ganzúas en el aposento de Casandra; llega á la débil luz de una lámpara hasta la alcoba, en donde descansa esta beldad en los brazos de Alejandro, y lo mata con su puñal.