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En el primer peldaño de la escalera estaba sentada una mujer que vendía higos pasados en una sereta, y por poco no la planta el zapato de orillo en mitad de la cara. Y todo porque no se apartaba de un salto para dejar el paso libre... «¡Vaya dónde se va usted a poner, tía bruja!... Afuera o la reviento de una patada...».

El tío Frasquito hizo dos o tres visajes remilgados de ¡reviento si no lo digo!, y contestó titubeando: Hombrrre, te dirrré... La cosa es pública... perrro yo no si debo... ¿Pues no has de deber, tío Frasquito? exclamó Jacobo violento y azorado . Yo tengo el derecho de preguntar, y , si eres mi amigo, tienes el deber de responderme.

Clavos torcidos, y las barreduras de la casa. ¡Véngase ahora con jipíos y farsa!... Valiente caso le van á hacer. Mira, vieja de todos los demonios le dijo Torquemada furioso, por respeto á tu edad no te reviento de una patada. Eres una embustera, una diabla, con todo el cuerpo lleno de mentiras y enredos.

¡Vaya, la canción de siempre!... O te callas, o me voy... Váyase, váyase... Yo no puedo menos de decir la verdad, porque si no, reviento... Y la verdad es que, cuanto mejor es uno en este mundo, peor le pagan.

Ella me mordió un brazo, mira... todavía está aquí la señal; pero yo le dejé sellaíto un ojo... todavía no lo ha abierto, y le saqué una tira de pellejo ¡ras!, desde semejante parte, aquí por la sien... hasta la barba. Si no nos apartan, si no me coges a por la cintura, y Paca a ella, la reviento... creételo. Ya me acuerdo de aquella trifulca dijo Fortunata mirando a su compañera con miedo.

No lo puedo remediar, la iniciativa me alborota todo el espíritu, y reviento si no le doy salida... Y me inspira lástima lo que va a nacer, porque es un dolor que viva pobre viniendo de quien viene. No, esto no puede quedar así... ¡pobre criaturita!

Pero se me trababa la lengua cuando quería decir algo, y me entraban sudores... Me acostumbré a no hablar a usted más que de si me dolía o no la cabeza, de que se me había caído un botón, de si llovía o estaba seco y otras tonterías así... Oiga usted ahora, que después de callar tanto me parece que reviento si no le cuento a usted todo. La conocí hace tres meses.

Con inflamados ojos miró Pecado su querido ros en la cabeza de aquel monstruo de la rapacidad, y poniéndose los brazos en jarra, habló así: «¿Sabes lo que te digo?..., que si no sueltas el ros te reviento a patás. ¡Ladrónchilló el Majito, sintiéndose otra vez más valiente por la presencia de Mariano.

Si no lo digo, reviento... Usted crea lo que quiera... pero soy muy desgraciada. Yo que me lo merezco, que soy mala, mala de encargo... pero soy muy desgraciada».

Tenía una manía, sin embargo, una idea fija: el casamiento... Para , se entiende; porque él... ¡Gran Dios! decía; no espero sino que esta bendita agua se me meta en el corazón, y entonces... reviento.