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Porque para lo primero todavía soy joven, y para lo segundo... ¿Estoy demasiado viejo? No he dicho tal. Viejo, ¿eh? ¿Conque viejo? Pues la leña seca es la que arde mejor. Y al decir esto se levantó y abrazó a Carolina, como en un célebre cuadro de Rubens abrazan los sátiros a las ninfas, sin que ella le rechazara. ¿Cuál será el alma cruel y despiadada que la vitupere?

Lisonjead al orgulloso, y rechazará la lisonja, temeroso de dañar á su reputacion haciéndose ridículo; de él se ha dicho con mucha verdad, que es demasiado orgulloso para ser vano.

No lo soy de nacimiento, pero lo soy por enfermedad. Pues júntate conmigo: el constipado que me sueltes rechazará al que yo te suelte a ti... Ya sabes, querido: similia similibus curantur. ¿Y qué has hecho entonces en Constantinopla, embajadorcillo?... Yo creí que te traerías hasta las barbas del Sultán.

Pero la señora de Aymaret no pareció ni admirada ni enojada, porque desde el día que vio cómo Beatriz rechazara las proposiciones de Pierrepont, quedó convencida, por el lenguaje un tanto equívoco y las semi-confidencias de su amiga, de que ella tenía algún oculto amor, y a fuerza de reflexionar vino a dar en la flor de que entre todos los huéspedes de los Genets únicamente Jacques Fabrice, gracias a su talento y a su renombre, podía justificar la pasión de que Beatriz parecía dominada.

Llevando su broma hasta el fin, Ballester porfiaba que la yema era venenosa; mas como el otro rechazara la complicidad en aquel homicidio, diose a partido el exaltado boticario, diciendo que la pelotilla era de azúcar con aceite de croto, que es el derivativo drástico por excelencia. Maxi, que le había ayudado a hacerla, se sonreía. Como en estos dimes y diretes se pasó bastante tiempo, cuando Ballester quiso poner en ejecución la chuscada, ya había bajado el hilo con una yema de coco, y el crítico se la estaba comiendo. El otro se consoló pensando que otra noche consumaría su trágica venganza. «

Vinieron a pedir su mano cientos, millares de príncipes más o menos desocupados. Pero ella leyó siempre en sus almas jactancias y ambiciones, llegando a desesperar de que pudiera hallarse un alma verdaderamente hermosa... Como rechazara uno por uno los candidatos, su padre insistió: ¿En qué piensas, Cristela, que por nadie te decides?...

Sin embargo continuó cuando iba ya a interrumpirlo, por temor de que el padre rechazara a Abelardo, le he prestado lo bastante para establecerse por su cuenta en Dogtown. Hombre emprendedor, activo, brillante, como sabes que es Abelardo, puede adelantar y hacerse otra vez con su antigua posición, y no hay necesidad alguna de que le apremien si no lo logra.

El pobre Marner salió con esta desesperación en el alma; con este desengaño en la confianza puesta en Dios y en la humanidad, que casi raya en la locura de una naturaleza afectuosa. Con el corazón amargamente herido, se dijo: «Ella también me rechazará». Y pensó que si Sara no creía en el testimonio dado contra él, toda la fe de aquella joven tenía que subvertirse como la suya.

O bien que, al disculparme yo, ella aceptase como buena y como plausible mi disculpa, y entonces la elevación de su moralidad se relajaría, siendo yo su maestra y su iniciadora en liviandades; o bien que ella, con severo criterio, allá en el centro de su alma y aunque no me lo dijese, rechazara mis disculpas, y tal vez sospechara, a pesar suyo, que yo le daba lecciones infames, y que, acaso sin querer, pero arrastrada por mis instintos perversos, ansiaba rebajarla a mi nivel, aunque sólo fuese para que ella mejor me amase.