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Era, en resumen, un chico de buena pasta, pero le faltaban valor y empresa. Carecía en absoluto de todo sentimiento estético, pues alguna vez llegó a vérsele sentado remendando su ropa vieja, mientras que Abelardo recitaba los conmovedores apóstrofes de Byron al Océano. En cierta ocasión, preguntó muy serio a Abelardo si creía que Byron se hubiese mareado en alguna ocasión.

Es en medio de ellos que floreció el genio de Abelardo, cuya memoria está ligada a todos los sentimientos de piedad y de amor. También fue en la oscuridad de sus celdas donde Rancé ocultó sus penas y donde aquel espíritu ingenioso que a los doce años había adivinado las delicadas bellezas de Anacreonte, abrazó libremente, a la edad del placer, las austeridades de que nuestra debilidad se asusta.

Nadie lo sabrá, exceptuando las vetustas piedras druídicas que, con algunos pescadores, constituyen los únicos habitantes de sitio tan agreste y bonancible. «Pero pregunta nuestra dama, ¿de qué se vive allí? Sobre todo, de pesca, señora. ¿Y de qué más? De pescaNo dista mucho Saint-Gildas, la abadía adonde, según dicen los bretones, fué Eloísa para reunirse con su Abelardo.

La lluvia moja el rostro de Don Juan Manuel Montenegro. EL CABALLERO ¿Quién es? Un marinero de la barca de Abelardo. ¿Ocurre algo? Una carta del señor capellán. Cayó muy enferma Dama María. ¡Ha muerto!... ¡Ha muerto!... ¡Pobre rusa! Retírase de la ventana, que el viento bate locamente con un fracaso de cristales, y entenebrecido recorre la antesala de uno a otro testero.

¡Un resucitado!... ¡Le veo y no me parece Don Juan Manuel! ¡Vengo de la playa, de esperar la barca de ese infeliz Abelardo! ¿No habrá llegado? ¡Ni llegará!... Naufragaron.... ¿Y han perecido todos? ¡Todos!... El cuerpo del patrón dicen que ha salido en la playa de Rajoy.... Yo le hacía embarcado con ellos al Señor Don Juan Manuel. ¡Es providencial!

Platon, Aristóteles, san Agustin, Abelardo, san Anselmo, santo Tomás de Aquino, Luis Vives, Bacon, Descartes, Malebranche, Leibnitz; todos, cada cual á su manera, se han sentido poseidos de la inspiracion filosófica, que inspiracion hay tambien en la filosofía, é inspiracion sublime.

Jamás olvidaré cuánto nos reímos cuando Abelardo le trajo un pedazo de tocino en un cordel, y... pero ya conoce todo el mundo esta chanza clásica; luego bromeamos a sus costas con gran regocijo. La señorita Engracia no podía sufrirlo; le hacíamos creer que se había encaprichado con él, y le enviábamos al camarote libros y golosinas.

Ni Hero y Leandro, ni Píramo y Tisbe, ni Lanzarote y Ginebra, ni Tristán e Iseo, ni Paolo y Franchesca, ni Abelardo y Eloísa, ni Diego Marsilla e Isabel de Segura, ni Julieta y Romeo, ni Calixto y Melibea, ni Dante y Beatriz, ni Petrarca y Laura estuvieron nunca casados.

Al ver esos hierros, esa verdura y las aguas del Sena, parece que vemos al Paris feudal, y nos acordamos naturalmente de Abelardo y Eloisa. Tal es el edificio por fuera; visto por dentro, no es un edificio, sino un mundo fascinador.

Esto procede de que Abelardo y Eloisa, antes que á la historia de un país, tocan á la historia del corazon, que es la historia más universal del género humano. Al dejar la calle en cuestion, dirigimos un triste saludo á los desgraciados amantes. Última curiosidad de este dia. Cerca de la Plaza de la Concordia, hemos visto á la Emperatriz y al Príncipe.