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Vamos, vamos, la brisa fresquea y nos disponemos a salir. Porque, ¿qué hacemos aquí mientras haya buques mercantes en la Mancha, galeones en el golfo de Gascuña y ricos navíos portugueses en el estrecho de Gibraltar? ¡Cómo! ¿Usted partirá hoy, un viernes?

No dejaré pasar ni una noche ni una mañana sin rogar por ella, y cuando vea delante de mis ventanas, a la otra parte de la calle, aquella ventana cerrada para siempre, o encuadrando otras caras, ¡cómo se partirá mi corazón de tristeza y de pesar, sino la entreveo a ella... allá en el cielo!... ¡Cuánto debo yo a mis buenas amigas! Creo verdaderamente que la amistad es la forma visible de Dios.

17 la habrá preparado él, mas el justo se vestirá, y el inocente repartirá la plata. 18 Edificó su casa como la polilla, y como cabaña que el guarda hizo. 19 El rico dormirá, mas no será recogido; abrirá sus ojos, y no verá a nadie. 20 Asirán de él terrores como aguas; torbellino lo arrebatará de noche. 21 Lo tomará el solano, y partirá; y tempestad lo arrebatará del lugar suyo.

El regimiento sigue al trote por el camino real, al salir de la aldea. He ahí el terrado donde se hallaba Bettina la otra mañana... Juan piensa: ¡si estuviera ahí! Lo teme y lo espera al mismo tiempo. Levanta la cabeza, mira... ¡No está! ¡No la ha visto! Ni volverá a verla... en mucho tiempo, al menos. Esa misma noche partirá, a las seis, para París.

La imaginación de Bettina trabaja y se exalta. Juan llevaría la impresión de haber estado con una mala criatura sin corazón y sin piedad... Y dentro de media hora partirá, partirá por veinte días... ¡Ah! si pudiera de algún modo!... Pero existe un medio... El regimiento desfilará por delante del parque, frente al terrado. Y Bettina es presa de un vehemente deseo de ir a ver pasar a Juan.

Vuestra extraña amabilidad, vuestro lenguaje halagüeño me hacían prever que queríais engañarme. Cuál puede ser vuestra intención secreta lo ignoro, pero creedme, jugáis una partida peligrosa. La loca partirá mañana, pero todo no ha concluído por eso. Ya sabéis que aunque Elena estuviera encerrada varios años, me bastaría decir una palabra para libertarla a ella y sumiros a vos en la pobreza.

Padre mío dijo con acento de inflexible audacia. Necesito estar sola un momento con el señor de Bray. El señor D'Orsel se levantó sin vacilar, besó fraternalmente a su hija y salió. ¿Usted partirá mañana? me dijo, permaneciendo de pie como yo estaba también. le contesté. ¡Y no volveremos a vernos más! Nada repliqué. Jamás continuó, ¿lo entiende usted? jamás.

Yo no creo en milagros, pero creo en Dios, que rara vez permite que sucumbamos por nuestras virtudes... Demos un plazo á la Providencia... que le pido un gran esfuerzo de valor, pero lo reclamo formalmente de su amistad. Si en un mes no recibe noticias mías, entonces partirá. 12 de octubre. Hace dos días que puedo salir de mi retiro y pasar al castillo.

»No, bien lo sabes ... no es esto lo que yo quiero. »¿Quiere veinte? Pero con la condición de que partirá al instante, y de que no le volveré a ver. »Todo lo rehúso, si no me permites que te vea al menos una vez al año. »¡Sea! repuso Carlos, dominado por un acceso de cólera. ¡Pero parta... aléjese!

Como os decía, aunque sabéis que don Rodrigo os ha hecho traición, no podéis deshaceros de él; como no podéis deshaceros ahora de Uceda, de Lemos, de Olivares, de Sástago, de tantos y tantos á quien vuecencia estorba; os veréis obligado á servir de escala á Calderón, que partirá con vos la ganancia, porque os necesitará siempre, pero que os comprometerá; porque Calderón, soberbio y ciego y codicioso, hará tales cosas, que él mismo se hundirá... y al hundirse, os hundirá con él.