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En esto se oyeron muy cercanos los ladridos de un perrazo. La del alcalde, pensando que era el de su huerta, que venía a vengarla, comenzó a gritar: ¡Aquí, chucho, aquí!... ¡

Cuando ya no quedó nada que sacar, unos señores que se llaman crédito público buscaron un hombre de bien para guardar el convento, es decir, el caparazón. Oyeron hablar de mi hijo, y vinimos a establecernos aquí, donde yo vivo con ese hijo, que es el único que me ha quedado. Cuando entramos en el convento, salían de él los padres.

Después, aquel ruido cesó: oíase el zumbar del viento, largo, extendido, como en el campo, y sólo se oyeron los pasos de las mulas de la litera y los de algunas cabalgaduras que marchaban constantemente junto á ella. ¿Qué me queréis? dijo secamente el licenciado. ¿Es vuesa merced, como lo parece, alcalde de casa y corte? dijo aquel hombre, cuyo acento era indudablemente afectado.

Hervía á borbollones el agua de la laguna con los ríos de azufre y betún derretidos que bajaban del volcán, quedando cocido todo el pescado de ella, el cual fué arrojado después á la playa por la resaca é inficionó el aire. Los truenos subterráneos y atmosféricos se oyeron en todas las provincias circunvecinas. En Manila se comía con candelas encendidas al medio día.

Al llegar al vestíbulo del primero, oyeron grandes carcajadas.... Era en la cocina. Era la carcajada eterna de Visita. ¡Están en la cocina! dijo Mesía asombrado y recordando otros tiempos. Oye observó Paco ¿no esperaba Visita a Obdulia en su casa para hacer empanadas y no qué mas? , ella lo dijo. Entonces... ¿cómo está aquí Visitación? ¿Y qué hacen en la cocina?

En ese momento se oyeron gritos confusos en el castillo, y antes de que nadie pudiera hacer un movimiento, la puerta se abrió con violencia. Elena, perseguida por el intendente, entró en la sala y cayó a los pies de la condesa.

En esto, oyeron voces, y conocieron que el que las daba era Sancho Panza, que, por no haberlos hallado en el lugar donde los dejó, los llamaba a voces.

Acaso nadie se dignará de miraros en mi corte, pero yo á nadie desprecio, y os brindo con mi proteccion. Si ha habido asombros en el mundo, ninguno ha llegado al de los que estas razones oyéron decir, sin poder atinar de donde salian.

4 También yo escogeré sus escarnios, y traeré sobre ellos lo que temieron; porque llamé, y nadie respondió; hablé, y no oyeron; e hicieron lo malo delante de mis ojos, y escogieron lo que a me desagrada.

18 Porque no osaría hablar alguna cosa que el Cristo no haya hecho por , para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras, 21 sino, como está escrito: A los que no fue anunciado de él, verán; y los que no oyeron, entenderán. 22 Por lo cual aun he sido impedido muchas veces de venir a vosotros.