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38 ¿Y cuándo te vimos huésped, y te recogimos? ¿O desnudo, y te cubrimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 42 porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 43 fui huésped, y no me recogisteis; desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis.

Los soberanos del Paraguay admiten lo ménos jesuitas españoles que pueden, y prefieren á los extrangeros, de quien se tienen por mas seguros. El reverendo padre general me creyó bueno para el cultivo de esta viña, y vinimos juntos un Polaco, un Tirolés, y yo. Así que llegué, me ordenáron de subdiácono, y me diéron una tenencia: y ya soy coronel y sacerdote.

De relato en relato, de idilio en idilio y de desengaño en desengaño, vinimos á parar á las mujeres del país, y cada cual opinó á su manera.

Pronto se estrecharon nuestras relaciones de tal suerte que vinimos a ser más bien amigos y camaradas que profesor y discípulo.

Pues nada; que hablando de negocios, vinimos a parar en las probabilidades del resultado de esa industria que van a montar ustedes con el dinero de las últimas enajenaciones. ¿Una industria? Que vamos a montar... ¿nosotros?... , hombre, la fábrica de productos químicos. ¡Ah!, , bien; ¿y qué?

Proseguimos en la conversación propia de picaros, y vinimos a dar, de una cosa en otra, en Flandes. Aquí fue ello, que empezó a suspirar y decir: "Más me cuestan a esos estados que al rey, porque ha catorce años que ando con un arbitrio que, si como es imposible, no lo fuera, ya estuviera todo sosegado." "¿Qué cosa puede ser le dije que, conviniendo tanto, sea imposible y no se puede hacer?"

10 Y como vio la visión, luego procuramos partir a Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el Evangelio. 11 Partidos pues de Troas, vinimos camino derecho a Samotracia, y el día siguiente a Neápolis; 12 y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la parte de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos días.

Por ahí vinimos anoche nosotros; sólo que al llegar a la entrada de la villa, tomamos otro camino que sube a Peleches por esta ladera... Vedle aquí arrastrándose debajo del mismo balcón en que estamos... ¿Eh? ¿Qué tal?

Mientras Juan se apresuraba a servir a madama, Scott, ésta continuó: No lo he dicho todo aún. Es preciso que sepáis de dónde nacen estas historias extravagantes. Cuando vinimos a establecernos en París, hace un año, creímos deber dar desde nuestra llegada, cierta suma para los pobres. ¿Quién habló de ésto?

Tras éstas y otras análogas materias, vinimos al caso concreto de mi llegada a la Montaña y sus motivos. ¡Ah, qué atinado, qué elocuente y qué «hondo» estuvo en este particular aquel caballero! ¡Qué bien conocía a mi tío, qué magistralmente me le pintaba, y cuán sinceramente deploraba su estado de salud después de haber oído de boca de Neluco su irrevocable sentencia de muerte!