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Ahora que el baile de la señora Osgood había pasado; estaba furioso por haberle confiado su caballo a Dunstan.

Bueno, entonces vended a Relámpago. , eso es fácil decirlo. Necesito el dinero inmediatamente. Pues bien, no tenéis más que montarlo en la cacería de mañana. Bryce y Keating estarán seguramente. Os harán más de una oferta. Eso es, y volveré a casa a las ocho de la noche, salpicado de barro hasta las narices. Voy al baile que da la señora de Osgood celebrando su día.

Pero aquella pieza estaba a obscuras porque los principales personajes que constituían el ornamento del círculo asistían todos como Godfrey Cass al baile dado por la señora Osgood. De ahí resultaba que el grupo sentado en los bancos de alto respaldar de la taberna era más numeroso que de costumbre.

Esto parecía ser una gran lástima, porque de otro modo hubiera podido ir, como el señor Crackenthorp y el señor Osgood no dejarían de hacerlo, a ver la comida de bodas que había sido encargada en la taberna del Arco Iris, en razón del gran interés que le inspiraba naturalmente el tejedor, perjudicado por un miembro de su familia.

Cuando las dos hermanas se pusieron a recorrer los senderos del jardín prolijamente limpios, rodeados de céspedes cuyo verde claro contrastaba agradablemente con el tinte sombrío de las pirámides y de las bóvedas y con el de los cercos de boj que se elevaban como murallas de verdura, Priscila dijo: Estoy muy contenta con que vuestro marido haya hecho esa permuta de terreno con el primo Osgood y que comience a ocuparse en una lechería.

Había otros terratenientes en la parroquia, pero él era el único honrado con el título de squire; porque bien que la familia del señor Osgood fuera considerada también como de origen inmemorial no habiéndose atrevido nunca los habitantes de Raveloe a remontarse hasta el vacío espantoso en que los Osgood no existían , sin embargo, no hacía más que poseer la granja que ocupaba, mientras que el squire Cass tenía uno o dos arrendatarios que se quejaban a él de los perjuicios que les causaban las liebres como si hubiese sido un señor.

Tenía la convicción al abrir la caja que contenía su traje que ésa sería la opinión de la señora Osgood, porque el espíritu de la señorita Nancy se parecía de un modo extraordinario al de su tía.

Después de las primeras preguntas y los primeros saludos, Priscila se volvió hacia Nancy y la contempló de pies a cabeza; después la hizo dar media vuelta para convencerse de que, vista de espaldas, estaba igualmente irreprochable. ¿Qué pensáis de estos vestidos, tía Osgood? dijo Priscila, mientras Nancy la ayudaba a quitar la saya.

Ahora ya no se preguntaba para qué había ido a Raveloe; tejía hasta altas horas de la noche para acabar la pieza de lienzo de mesa que le encargara la señora Osgood antes de la fecha prometida, sin pensar en el dinero que se le daría por su trabajo. Parecía tejer como la araña, por instinto, sin reflexión.

Cuando Godfrey Cass volvió de la fiesta de la señora Osgood, a media noche, no lo sorprendió mucho el saber que Dunsey no había vuelto a la casa.