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Miró a Lucía, y viéndola descolorida y los ojos hinchados, le dijo bondadosamente: Retírese un poco, hija, a descansar... está usted del color de la muerta. No ordena Dios tratarse así. Lo que haré, Padre respondió Lucía , será bajar un rato al jardín a tomar el fresco.... Juanilla se quedará aquí.... Me arde la cabeza, necesito aire.

Cuando volvió al hotel subió a la cámara mortuoria, y allí halló a Juanilla, transida de miedo y de cansancio, velando a la difunta. La criada le dijo, en son de queja, que la señorita Lucía le había encargado velar un rato, pero que el rato era ya muy largo, larguísimo, y que ella no podía más.

Cuando las señoritas necesiten algo... dijo tímidamente, como el que no se atreve a hacer un favor , llámenme siempre , siempre.... Si estoy en la estación, llamen por Juanilla... es la camarera de este tramo, una muchacha lista como una pimienta.... Pero siempre que yo pueda servir de algo... vamos, que me alegraría mucho; basta haber visto a la señorita con el señorito Ignacio....

Como la Alavesa se trajo a Juanilla, que es prima hermana mía... y a me daba, vamos, tanta tristeza de ver corretear las columnas guiris por aquellos picachos adonde solo subíamos, con la ayuda de Dios, los mozos del país y las fieras de los montes... y en fin, que me moría de pena en aquella estación... le escribí una carta al señorito... aún vivía su madre, ¡en gloria la tenga Dios! y me recomendó a la Alavesa... y aquí me tiene usted, tan campante....

Tocó, Leonor, Juanilla el instrumento Que con cuadrada forma en poco pino, 1930 Despide alegre cuanto humilde acento, Cubierto de templado pergamino; Á cuyo son, que retumbaba el viento, Cantaba de un ingenio peregrino, En seguidillas, con destreza extraña, 1935 Pensamientos que envidia Italia á España.

Quedad tranquila, que os he de traer una saya de seda y un manto de terciopelo que ni para una reina y decid á Juanilla mi hermana que también habrá para ella buenos ducados de plata cuando yo vuelva. Dicho esto regresó el arquero á las filas y continuó la marcha con sus compañeros. La mujer se quedó lloriqueando, y al llegar junto á ella el barón le dijo: ¿Lo véis, señor?