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Y volví con toda calma a mi cuartujo de soltero; pues pienso que vale más no casarse, que casarse sin amar. Esa es mi opinión. Y también la mía. Ella lo miraba; él la miraba. Y de pronto, con gran sorpresa de ambos, no encontraron nada que decirse, absolutamente nada. Felizmente en ese instante, Harry y Bella se precipitaron al salón dando grandes gritos de alegría.

Madama Scott, al ver entrar al cura y a Juan, se levantó a recibirlos: Cuán amables sois dijo, señor cura, en haber venido, y vos también, señor... Me alegro tanto de volver a veros a vosotros mis primeros, mis únicos amigos en este país. Juan respiró. Era la misma mujer. ¿Queréis permitirme que os presente a mis hijos?... Harry y Bella, venid.

, ha querido responde Harry, porque al principio hizo un movimiento así... y después no quiso, y se fue. En fin, no se detuvo. Y es tan divertido hablar con un militar, sobre todo, cuando está a caballo. No es eso sólo, sino que nosotros lo queremos tanto, al señor Juan. Si supieras, papá, ¡qué bueno es, y qué bien sabe jugar con nosotros!

Los brazos desnudos hasta el codo; un gran ramo de rosas rojas en la abertura de la bata, una rosa prendida en los cabellos con un alfiler de brillantes y nada más. Madama Scott notó, de repente, que Juan estaba militarmente ocupado por sus dos hijos. ¡Oh, señor, os pido mil perdones! Harry, Bella... Dejadlos, señora, os lo ruego. ¡Estoy sumamente contrariada, por haceros comer tan tarde!

Saben que de una a dos el regimiento atravesará la aldea, y les han prometido llevarlos a ver pasar los soldados, y para ellos, tanto como para Bettina, la vuelta del 9.º de artillería es un gran acontecimiento. Tía Betty dijo Bella, tía Betty, ven con nosotros. , ven dijo Harry, ven, veremos a nuestro amigo Juan sobre su gran caballo moro.

Halla allí los más mínimos detalles de su primer encuentro; el retrato de Juan en el jardín del presbiterio con su sombrero de paja y la ensaladera de loza... y después el señor Juan, y siempre el señor Juan. Descubre que lo ama desde mucho antes que lo pensaba. Estamos, pues, a 10 de agosto. Acaba de concluirse el almuerzo en el castillo. Harry y Bella están impacientes.

Harry era un precioso muchacho de seis años y Bella una linda niñita de cinco; ambos tenían los grandes ojos negros de la madre y sus dorados cabellos. Después que el cura besó a los dos niños, Harry, que miraba con admiración el uniforme de Juan, preguntó: ¿Y al militar debemos besarle también, mamá? Si queréis respondió ella, y si él consiente.

¡Y qué lindos dibujos hace! ¿Te acuerdas, Harry, de aquel gran polichinela tan raro, con su bastón? Y el gato, también había un gato, como en Guignol. Los niños se alejaron hablando de su amigo Juan. Decididamente dijo M. Scott, todo el mundo lo quiere en esta casa. Y vos haréis otro tanto, cuando lo conozcáis responde Bettina.