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D. Francisco Landeira y Sevilla, hijo de Ribeira de Santa Eugenia, pueblo de Galicia; fue Catedrático de Teología en la Universidad de Madrid, y electo Obispo de Teruel, entró en esta ciudad en la tarde del 7 de Diciembre de 1852: Dos o tres días habían trascurrido desde esta entrada, cuando supo que desde la guerra civil el Seminario se hallaba ocupado militarmente y la Iglesia convertida en depósito de armas y proyectiles: enseguida empezó sus gestiones para que estos efectos desapareciesen de allí y una vez conseguido, hizo mejoras en el Seminario, volvió a su Iglesia las imágenes que se hallaban distribuidas en los templos de la ciudad, se llevó procesionalmente la imagen de la Virgen de los Dolores, y con motivo de la bendición de la Iglesia se celebró una fiesta solemnísima como pocas veces se ha visto en Teruel, y jamás los vecinos de esta capital han contemplado la misma Iglesia tan ricamente engalanada y con tanta profusión alumbrada.

Y a cada cinco minutos la señora Pepa entraba en el cuartuco llenándolo con su corpulencia descomunal, y ordenando militarmente a Chinto que corriese a desempeñar algún recado indispensable. Aceite, rapaz... ¡un poco de aceite! ¿Qué tal? interrogaba la madre. Bien, mujer, bien.... ¡Aceite, porreta!

Había tomado el baño y retardaba el momento de recobrar su uniforme, deleitándose con el sedoso contacto de la túnica femenina, igual á sus vestiduras orientales de Berlín. Blumhardt no manifestó la más leve extrañeza ante el aspecto de su general. Erguido militarmente habló en su idioma, mientras el conde le escuchaba con aire aburrido, pasando sus dedos sobre las teclas.

Los brazos desnudos hasta el codo; un gran ramo de rosas rojas en la abertura de la bata, una rosa prendida en los cabellos con un alfiler de brillantes y nada más. Madama Scott notó, de repente, que Juan estaba militarmente ocupado por sus dos hijos. ¡Oh, señor, os pido mil perdones! Harry, Bella... Dejadlos, señora, os lo ruego. ¡Estoy sumamente contrariada, por haceros comer tan tarde!

A ver zi te callaz; cochino carca le dijo el sargento. Si yo no digo nada replicó Bautista. Zi te siguez riendo azí, te voy a clavá como a un zapo. Bautista tuvo que ir a un rincón a reirse, y la superiora y el sargento siguieron su conversación. Al mediodía llegó un coronel, que al ver a Martín le saludó militarmente. Martín le contó sus aventuras, pero el coronel al oírlas frunció las cejas.

Si el otro compraba una jaca española cruzada, ya estaba Ramoncito vendiendo la suya inglesa para adquirir otra parecida; si le daba por saludar militarmente llevándose la mano abierta a la sien, a los pocos días Ramoncito saludaba a todo el mundo como un recluta; si tomaba una chula por querida, no tardaba mucho nuestro joven en pasear por los barrios bajos en busca de otra.

Las comadres la saludaban al pasar con las mismas palabras de conmiseración, y el cartero, poco hablador naturalmente, se llevaba militarmente la mano al quepis y dirigía a la madre y a la hija una mirada de respetuosa simpatía mordiéndose el duro bigote.

Las partidas de tropa veterana que se habian dejado ver por toda su jurisdiccion, habian llenado de respeto á los indios que habitan los pueblos, y ya empezaban á distinguirse algunas señales de sumision en sus vecinos, porque con apresurada diligencia venian á Tupiza los Gobernadores indios, á implorar el perdon, manifestando su mayor cuidado en acreditar no habia llegado el caso de sublevarse formalmente, lo que dió lugar al comandante, para substanciar las causas á los reos que tenia aprendidos, lo que se verificó militarmente, y justificados los delitos sufrieron el último suplicio 23 de los principales, y los restantes se condenaron á presidio y azotes: todo lo que se egecutó sin haber ocurrido la menor novedad, á pesar de las amenazas que se habian publicado en algunos papeles satíricos, que prometian atacar la villa para libertar los opresores.

Cuando usted vuelva las cartas estarán clasificadas... De todos modos, las tres cuartas partes irán ciertamente al castillo. Entonces me dejo convencer, señorita. He visto a esa recién casada tan alta como esto, y rezaré con gusto un pater por ella, si me acuerdo. Rece usted dos, Marcial; uno por usted y otro por . Convenido, señorita; haré el encargo militarmente.

La Puerta del Sol estaba ocupada militarmente; muchos soldados, muchos cañones y al mismo tiempo mucho silencio: la gresca andaba por los barrios bajos.