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Un orgullo tan legítimo como el de los criadores de caballos de carreras, hermosos e inútiles, que no sirven para arar un campo ni pueden tirar de un carretón, pero corren y corren sin objeto entre los entusiasmados epilépticos de la multitud... Además, Fernando, amo el dinero por ser dinero con un respeto casi religioso.

Le daban por mañana y tarde furiosos ataques epilépticos, en los que se golpeaba la cara y se arañaba las manos; y, por fin, un día Benina la sorprendió preparando una ración de cabezas de fósforos con aguardiente para ponérsela entre pecho y espalda. La marimorena que se armó en la casa no es para referida.

Las convulsiones se parecen algunas veces á los espasmos epilépticos sin fiebre y sin síntomas de inflamacion. La cina se usa tambien en el corea y en toda especie de espasmos en los niños y personas debilitadas, caquécticas, mal nutridas. Las convulsiones, en el hidrocéfalo, son tambien propias de este medicamento.

Los que padecen el mal de epilepsia, ó chorea sanabita, se eligen inmediatamente para este oficio, como si fuesen los demonios mismos, de quienes se suponen estan poseidos, causándoles las convulsiones, y contorciones comunes en los parasismos epilépticos. El entierro de sus difuntos, y reverencias supersticiosas hechas en su memoria, tienen muchas ceremonias.

Al verle como un bulto, Juan sintió algo de miedo. «Si le habré matado sin querer... Y en todo caso... ha sido en defensa propia». Pero la víctima exhaló un mugido, y revolcándose como los epilépticos, repitió: «Ladrón... asesino». El Delfín se acercó y poniéndole un pie sobre el pecho, cuidando de no apretar, dijo: «Si no te callas, cucaracha, te aplasto». Levantose Rubín de un salto.

Y señalaba un jovencito moreno, subido de color, sentado entre los adoradores de Nélida. Es el hermano pequeño, el único que se asemeja a la madre. Acompaña a Nélida por todo el buque, y ella lo acepta como una prolongación de la familia, porque esta vigilancia honorable le permite ir sola entre los hombres. El muchacho es medio imbécil, le dan ataques epilépticos, habla con incoherencia.

Eran golfos de poderosos pulmones, que para atraer al público se agitaban como epilépticos, corriendo en torno de su puesto, manoteando, exhibiendo sus artículos, entregándolos a ciertos compinches que se fingían compradores para impulsar a la gente reacia. ¡Aquí! ¡al tío que se ha vuelto loco y todo lo regala! gritaba uno con voz de trueno.