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Acompañábanla, además del señor cacoquimio, un jovencito como de catorce años, que llevaba tras , atado de una cadena, un enorme perro negro, y cerraban la comitiva dos criadas jóvenes y guapas, que no tenían facha de gente española.

La primera representa á un viejo sentado en un sillon, y á una jóven de pié, presentándole una jícara de chocolate. La segunda representa á una jóven sentada como el viejo, y á un jovencito que la ofrece un presente de amor. Las cuatro figuras tienen tules ó encajes estrechos en los remates de sus vestidos, segun el gusto de la época.

En este bulle-bulle de las pasiones de los hombres del día prosiguió Maxi con cierto énfasis , llega uno a olvidarse de que vivimos para perdonar las ofensas y hacer bien a los que nos han hecho mal. Tiene usted razón, hijo... y dichoso mil veces el que como usted, así, tan jovencito, llega a posesionarse de esa idea y a hacerla efectiva en la vida real.

La mujer y el muñeco. El emboscado. Amantes. La fuerza de las cosas. Mi grande. Pascual Gefosse. La tormenta. Días de prueba. El camino mas largo. El becerro de oro y la vaca rabiosa. Escrito en el agua... La aventura de Teresa Beauchamps El ingenuo. La Turca. La virgen y la mundana. El amante jovencito. La pequeña Papacoda. El café cantante. El mulato enamorado. Colin. El miedo al amor.

Y la misma pregunta: «¿Qué llevas ahí?» Y al saber que era yo español, sonrisas en la portezuela lo mismo que si me conociesen toda la vida. «Baje, jovencito, baje y descanse, que está entre amigos. Tómese una copa de caña...» Desde entonces no tuve duda: sabía lo que me tocaba ser en aquella tierra: blanco, siempre blanco.

Un día, él entonces era ministro, estaba yo en su despacho, con otros amigos, cuando entró, después de anunciarse, un jovencito provinciano, muy tímido, con una carta de recomendación. El ministro le tomó la carta, la leyó, le prometió un empleo. Después, por halagarle, se puso a conversar un rato con él.

Que ... quiero decir ... que ese jovencito que hace versos y vive en ese gabinete, está muy fino contigo, y te está cortejando ... Me dijo la frutera que ayer te vió salir con él de paseo, y....

Era este ciego un jovencito de 13 á 14 años, á quien Cheselden, distinguido cirujano de Lóndres, hizo la operacion de las cataratas, primero en un ojo despues en el otro. Antes de la operacion, alcanzaba á distinguir el dia de la noche; y con mucha luz, hasta conocia lo blanco, lo negro y lo encarnado. Esta circunstancia es importante, y sobre ella conviene fijar la atencion.

Me vi en la precisión de contribuir con un óbolo de dos pesetas, lo cual me llenó de indignación, no tanto por las dos pesetas cuanto por lo indecoroso del acto. Pero en aquellos días había llegado el duque de Malagón, novio oficial de Isabel, y a esta le gustaba exhibirlo en la tertulia. Era un jovencito de veinte a veintidós años, delgado, moreno, completamente insignificante.

"Yo era muy amigo de su papá le dijo persona muy distinguida, por cierto, y cuando murió hube de hablar en su entierro". Esto no era verdad, lo decía de puro amable. El jovencito, naturalmente, se sorprendió. "Señor, mi padre no murió aquí, sino en Montevideo", "Ah, tiene usted razón, contestó el ministro en Montevideo, , lo recuerdo muy bien, por eso no hablé".