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Poco a poco fue llegando gente; empleados que venían desperezándose, mozos que sacaban de junto a las básculas los carretones de los equipajes, otros ocupados en recoger lamparillas de los coches, y algunos que traían grandes atados de cántaras vacías, devueltas por los lecheros a su punto le origen.

Otras hablaban con los acólitos y demás servidores del templo que iban entrando por todas las puertas, soñolientos y desperezándose como obreros que acuden al taller.

Las miradas de los tres se volvieron hacia él. Porque Manín es un bruto que no sabe jugar más que a la brisca dijo D. Pedro riendo. Y al tute manifestó el gañán, desperezándose groseramente, abriendo una boca de a cuarta. Bueno, y al tute. Y al monte. Bien, hombre, y al monte también. Y se pusieron a jugar sin hacer más caso de él. Pero al cabo de un momento volvió a decir: Y al parar.

Los campos estaban perdidos; había allí mucho que hacer; pero ¡cuando se tiene buena voluntad!... Y desperezándose, este hombretón recio, musculoso, de espaldas de gigante, redonda cabeza trasquilada y rostro bondadoso sostenido por un grueso cuello de fraile, extendía sus poderosos brazos, habituados á levantar en vilo los sacos de harina y los pesados pellejos de la carretería.

Cuando al dar los primeros rayos del sol á la portezuela del coche, se habrá dispertado, y bostezando, y desperezándose habrá echado una ojeada sobre el pais, que no se parece ya á lo que era el de anoche, cruzando y arreglando las piernas con el caballero de enfrente, habrá trabado quizas la siguiente conversacion. V. conoce el pais este? Un poco. El pueblo aquel cómo se llama?

Bajo los matorrales inmediatos sonaba un murmullo de vida comprimida y susurrante, igual á un revoloteo de insectos ó un arrastre de reptiles. Deben ser ratas pensó el ingeniero. Al extender, desperezándose, uno de sus brazos, dió contra los matorrales más próximos, é inmediatamente sonó bajo el ramaje un rumor medroso de fuga.

La vega, desperezándose voluptuosa bajo el beso del sol primaveral, envolvía al muertecito con su aliento oloroso, lo acompañaba hasta la tumba, cubriéndolo con impalpable mortaja de perfumes. Los viejos árboles, que germinaban con una savia de resurrección, parecían saludar al pequeño cadáver agitando bajo la brisa sus ramas cargadas de flores.

Oye añadió alzando la voz, como cuando se habla con un sordo : ¿quieres trabajar, quieres volver al taller del Sr. Bou?». Como si nada oyera, Mariano se levantó desperezándose, y dijo: «Me voy. Alto ahí, amiguito replicó Encarnación siguiéndole . Has de arrastrar una calza como los pollos. No saldrás sin mi compañía». Pero Mariano no le hacía caso y salió.

Otras hablaban con los acólitos y demás servidores del templo que iban entrando por todas las puertas, soñolientos y desperezándose como obreros que acuden al taller.

El señor Aubry se recostó en una poltrona; luego, al cabo de algunos minutos, exclamó, desperezándose: Hijas mías, estoy muy fatigado; he tenido hoy un trabajo considerable; he hecho a la vez de patrón y de obrero. Este diablo de Juan, demorándose en venir, me recarga la tarea. Es que él solo se ocupa de todos los asuntos, y su ausencia prolongada empieza a molestarme.