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Por fin llegaron, y los dos subieron. La criada les abrió. «Ahora dijo el simpático coronel retirado , a acostarse. ¿Quiere usted que le traiga un médico?». Sin contestar, metiose ella en su alcoba. Feijoo la siguió, afligidísimo de verla en tan lastimoso estado. Después, él y la criada, cuchichearon.

Segismundo había llamado a Guillermina desde la puerta de la alcoba. Allí cuchichearon algo referente a Fortunata, y habiéndole preguntado a la santa su parecer respecto al joven Rubín, la fundadora se expresó de este modo: «Lo último que me ha dicho es el colmo de la sabiduría y de la cordura; pero...». No las tiene usted todas consigo... Ni yo tampoco. ix

Al principio se miraron en silencio: luego cuchichearon; se levantaron por fin y aproximándose á la mesa ante la cual me hallaba sentado, me pidieron en voz baja explicaciones. Hablen alto, si gustan, señores les dije: no hay aquí necesidad de misterios. ¿Qué quieren? El público empezaba á prestar atención.

Oyó luego que su hermano se lavaba en el cuarto inmediato, y cuando doña Lupe entró para llevarle toallas, cuchichearon largo rato. Maximiliano calculó que probablemente hablarían de la herencia; pero no las tenía todas consigo. Trataba de darse ánimos considerando que su hermano era el más simpático de la familia, el de más talento y el que mejor se hacía cargo de las cosas.

Cuando Isidora salió, ya anochecido, vio en la puerta al señor mirón. Hablaba con Miquis, y al pasar ella cuchichearon. Apresuró la joven el paso y se fue a su casa, donde Relimpio, celoso del buen desempeño de su cargo, se creyó en el deber de manifestarle seriamente el horroroso déficit que arrojaban los libros.

Por la larga, sinuosa calle del Cuadrante circulaban pocos transeúntes. El excusador y la esposa de Montesinos caminaron un rato en silencio en dirección al Campo de los Desmayos. Al aproximarse a él ambos se sentían agitados, temerosos. Tanto para calmarse un poco como para prevenirse, se detuvieron un instante, y metiéndose en el hueco de una puerta, cuchichearon con animación.

Un instante después, Belén y la monja cuchichearon, sin duda a propósito de Mauricia a quien miraban. Tenía Belén vara alta con las señoras, por su humildad y devoción y por la diligencia con que iba a contarles cuanto hacían y decían sus compañeras. Era domingo, y a las cuatro toda la comunidad entró en la iglesia donde había ejercicio y sermón.