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Aceptaba las explicaciones moviendo la cabeza con gesto de inteligencia, comprendiéndolo todo inmediatamente, para olvidarlo en seguida y repetir una hora después las mismas dudas. Sin embargo, empezó á mostrar una sorda hostilidad contra su hermana.

Mi mujer estaria aquí todo lo bien que puede estar una mujer léjos del país de sus afecciones, de sus conocimientos y de sus hábitos, cuando comprendiera y hablara el idioma: no hablándolo ni comprendiéndolo, vive mártir ó poco menos. No poder hablar es para la mujer una contínua irritacion, una perdurable indigestion de palabras y de deseos, una especie de hidrofobia.

Y me encontró sobre él la justicia. ¡Ah! dijo el duque de Lerma comprendiéndolo todo, porque como saben nuestros lectores estaba en el secreto ; ¿y os prendió el alcalde de casa y corte Ruy Pérez Sarmiento? ¡Cómo, señor, sabéis!... , el licenciado Sarmiento me ha hablado de una prisión. Pero si os prendieron, ¿cómo estáis en libertad? Bajo fianza de un tal Gabriel Cornejo... ¿Y qué queréis?

Comprendiéndolo me imitaron: esperaban mi rescate o mi pérdida definitiva, último recurso que les queda a los hombres sin voluntad cuando agotan todas las combinaciones imaginables: lo desconocido. Agustín me escribió una o dos veces más dándome noticias de Magdalena: había ido a visitar la propiedad, cerca de París, en donde el señor De Nièvres tenía intención de que pasaran el verano.

Metempsícosis, espiritismos, telepatías y demás absurdos del mundo interior, no son nada en comparación de este mi propio absurdo en que me veo envuelto. Es un pequeño asunto para volverse loco. Véase: Fuí a lo de Funes. Luis María me llevó al escritorio. Hablamos un rato, esforzándonos como dos zonzos, puesto que comprendiéndolo así evitábamos mirarnos, en charlar de bueyes perdidos.

Los de la partida aplaudieron, pero más que esta canción romántica les gustó el dúo anterior, y el Jabonero, comprendiéndolo así, compró a Ipintza, el Loco, un papel, que era la letra de la nueva canción de Vilinch, llamada «Juana Vishenta Olave», escrita por el autor adaptándola a un aire popular titulado ¡Orra Pepito!

Comprendiéndolo, éste le dijo: Te he dado una broma, sin intención... pero ya que lo entiendes así... veremos si le aciertas a la Pampita. Parece que la Pampita te preocupa a ti más que a nosotros... Se lo podríamos telegrafiar a Clota... ¿qué te parece? Viniendo de ti tiene que parecerme bien. ¡Oíganle!... Ché, Melchor; pero qué vida pasará aquí esta gente, ¿eh? ¡Te parece, Lorenzo!

Allí cerca estaban amontonados restos de vajilla y de carbón; la valla de un jardín se paraba bruscamente en la roca, y acirates de legumbres, medio invadidos por la hierba, rodeaban un lado de la enorme masa. ¿Quién había escogido tan caprichoso lugar para establecer allí un jardín y para abandonarlo luego? Poco á poco fuí comprendiéndolo.

Púsose tan furioso, que tomó la pala allí tirada, y pegó a la mujer el mismo golpe que antes pegase a Peñálvez. La Pepa cayó como muerta, y él la arrojó, refunfuñando, en la misma fosa de Peñálvez, todavía destapada. Acostose de nuevo; pero no podía dormirse. ¡Había cometido una gran estupidez! ¡Ahora que la borrachera se le despejaba un poco, iba comprendiéndolo.

Grande y muy envidiable mérito es éste; pero no llega, ni con mucho, al del autor que produce algo, no fuera de moda, sino superior a la moda y que ha de persistir cuando la moda pase, porque toda moda ha de autorizarse y justificarse, comprendiéndolo en vez de desecharlo. Así los clasicistas del siglo del renacimiento y del de Luis XIV ponían a Homero a la cabeza de los clásicos.