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Cantó cuanto quiso, se guardó la pistola con aire de vencedor; pero luego, a la salida, en la negrura de los campos, cuando los atlots se dispersaban con auquidos de irónica despedida, dos certeras pedradas salidas de la sombra dieron con el bravucón en el suelo, y durante varios días dejó de acudir al cortejo por no mostrarse con la cabeza entrapajada.

Pero ya que este frailecico rubio no quiere oir vuestras trovas, ni vos las cantaréis hoy, ni vos, seor bravucón, lo echaréis á él de esta venta. ¡Rayos de Dios, y qué justicia mayor nos ha caído hoy encima! exclamó poniéndose en pie un ceñudo campesino. ¿Habéis acaso comprado El Pájaro Verde? preguntó otro. Ved que no sólo el paje llorón sino vos también váis á dar de bruces en el camino.

El manchador exhibía su vejez miserable, los seis reales diarios durante toda su vida, sin esperanzas de llegar a más. El Tato, en sus arranques de gallito bravucón, proponía degollar una tarde en el coro a todos los canónigos, prendiendo después fuego a la catedral.

Continuas pendencias, alborotos y escándalos promovía el bravucón y sus amigos, y en uno de aquellos lances acudió en mal hora á poner paz un corchete llamado Gordillo, que ya era bien conocido de García, el cual fué lo mismo verle que arremeterle armado de una daga.

En esto Calleja, que parecía tener gran autoridad entre aquella gente, se agarró al brazo de Elías, y exclamó, riendo con la desenfrenada hilaridad de la embriaguez: "Ven, bravucón, ven con nosotros. Ciudadanos prosiguió, volviéndose á los otros: éste es el gran Coletilla, el mismo Coletilla. Seremos amigos. Nos va á presentar al Rey constitucional para que nos haga...."

Grandote y bravucón para los compañeros de torada, mostrábase de una servidumbre cariñosa con el amo y su familia. Era como esos mastines feroces con los extraños, a los cuales los niños de la casa tiran de la cola y las orejas, aguantando con ronquidos de bondad todas sus diabluras.

Eran aquellos soldados pertenecientes á una de las compañías de milicia que por entonces se formaban en nuestra ciudad, y en ella iba un sargento, mozo bravucón y perdonavidas, de aquellos echados para adelante y de los que, por cuestiones de poca monta, tiraban del acero y no se paraban nunca en las consecuencias de sus acaloramientos.

La fuga de las mujeres para no verle partir; la dolorosa entereza de Carmen, que se esforzaba por mantenerse serena, acompañándole hasta la puerta; la curiosidad asombrada de los sobrinillos, todo irritaba al torero, arrogante y bravucón al ver llegada la hora del peligro. ¡Ni que me yevasen a la horca! ¡Vaya, hasta luego! Tranquiliá, que no pasará na.

Reichenberg; M. Le Bargy, representaría el de «Percinet»; Féraudy se embozaría en la capa y ceñiría la espada del bravucón y delicioso «Straforel». Inmediatamente comenzaron los ensayos, y, ¡caso raro!... según los actores iban dominando sus papeles, su entusiasmo del primer momento decrecía.

Como quiera que la fuerza dispuesta para prender al bravucón era insuficiente, hubo que reclamarla mayor, llegando el caso á tener que dar el toque de rebato en la iglesia de Santa Ana, á fin de que acudiera gente que auxiliara á la justicia.