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Pero ya que este frailecico rubio no quiere oir vuestras trovas, ni vos las cantaréis hoy, ni vos, seor bravucón, lo echaréis á él de esta venta. ¡Rayos de Dios, y qué justicia mayor nos ha caído hoy encima! exclamó poniéndose en pie un ceñudo campesino. ¿Habéis acaso comprado El Pájaro Verde? preguntó otro. Ved que no sólo el paje llorón sino vos también váis á dar de bruces en el camino.

Cada cual tiene sus costumbres, como vos las tenéis en meteros en lo que no os va ni os viene. Perdonad, yo creí que un hombre que se ha ofrecido á serviros de testigo... ¿Y qué falta me hacen á testigos para mis asuntos? ¡Ah! Pues os digo que si lo tomáis así, vais á tener mil camorras todos los días, si no es que á la primera os escarmientan. Os suplico que me dejéis en paz.

Señor alcalde dijo en aquel punto el hombre que guiaba á Quevedo : aquí tiene vuestra merced al preso. ¿Sois vos don Francisco? dijo la voz ronca y tiesa, por decirlo así, del licenciado Sarmiento. Yo soy, á menos que no me equivoque, amigo. Entrad en esa litera. Pónganme junto á ella; pero ya la topo; adentro voy; buenas noches y buen viaje. ¡Si sois vos el que os vais!

¡Anday, judíos! exclamaba una moza del partido azotando con un zueco la espalda de muchos de sus conocidos, peones de albañil y canteros. Detrás del duelo iba una escasa representación del sexo débil; pero, según las de la cesta y las de las fuentes públicas, «eran malas mujeres». ¡Anda , pendón! ¿Adónde vais, pingos?

Al oír Rafael la pregunta que se le dirigía, procuró serenarse y respondió: Eloisita, tengo un día más que ayer y uno menos de vida. Ya lo que tenéis, Arias; y conozco cuanto sufrís. Eloisita, me vais a meter aprensión como a don Basilio y se puso a cantar . ¡Qué mala cara! En vano disimuláis; hay lágrimas en vuestra risa, Arias.

En vista de lo cual, con voz más segura, acabó de esta manera: ¡Nadie se marcha! ¡Todos, todos estáis conformes con luchar! ¡Muy bien; mucho me alegra que no haya un solo granuja entre nosotros! Ahora es preciso que nombremos un jefe. En los momentos de peligro, lo primero es el orden, la disciplina. El jefe que vais a nombrar tendrá derecho absoluto a mandar y ser obedecido.

Un día ya no pudo contenerse, y cogiendo descuidado a Maxi en su cuarto, le embocó esto de buenas a primeras: «No creas que voy yo a rebajarme a eso...». ¿A qué, señora? A visitar a tu... no puedo pronunciar ciertas palabras. Me parece indecoroso que yo vaya allá, a pesar de todos esos proyectos de legía eclesiástica que le vais a dar. Señora, si yo no he dicho a usted nada...

La estación de pesca apenas ha comenzado y no tenemos aún más que la décima parte de la carga. ¡Sigámosles, tío! exclamó Cornelio. ¿A quiénes? ¿A los ladrones? Y ¿por qué no? ¿Vais a volver a Timor con esas pocas olutarias, mientras podemos pescar diez veces más? Yo opino lo mismo dijo Hans . Aprovechemos los momentos para seguirlos. Pero ¿querrán venir con nosotros los chinos?

Lo que debo hacer indudablemente es irme de aquí. Esto será decir sin palabras al rey que no debe hacer esperar hasta tal punto al duque de Lerma. Iba Lerma á poner en práctica su propósito, esto es, á irse, cuando se levantó un tapiz, asomó tras él una persona, y sonó una voz que dijo: ¿A dónde vais, mi buen duque?

¡Puño! exclamó arrebatado de furor. No sois más que unas ruines mujeres. ¿Vais á dejar que ese cerdo se vaya riendo de la gracia? No será ¡mal rayo! mientras Bartolo de Entralgo tenga cinco dedos en cada mano. Y alzándose con toda la presteza que le consentía la magnitud de su trasero, se dirigió á la puerta y la abrió con violencia.