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Pero en donde trabajó con el mayor esmero fue en los tres establecimientos debidos a su ilustración y caridad: fue el primero, la Casa para la enseñanza de las niñas, cuya obra hizo a sus espensas, aseguró la dotación y proveyó de maestras útiles para la instrucción de las educandas en toda labor de mano, y en las letras y catecismo: el segundo fue el de la Biblioteca pública dentro de la misma casa episcopal, enriquecida con abundantes libros para la instrucción de los amantes de la sabiduría, proveyéndola de un Bibliotecario dotado suficientemente con una pensión de trescientos ducados sobre la Mitra: fue el establecimiento tercero, el Seminario Conciliar, establecido en el Colegio de Jesuitas bajo el Real patronato y soberana protección del monarca D. Cárlos III, y sus sucesores, bajo la advocación de la Concepción de María Santísima y Santo Toribio de Mogrovejo, como todo se halla espreso en el decreto de erección, constituciones, dotación, gobierno y enseñanza, dado en su Palacio episcopal de Teruel a 10 de Setiembre de 1776: son bien notorios los felices frutos que goza la ciudad y obispado con este santo y útil establecimiento debido al celo constante y prudente de su Illmo.

En 1776 fué creado el virreinato del Río de la Plata, el cual se componía de la Argentina, Bolivia, el Paraguay y el Uruguay, habiendo sido nombrado primer virrey don Pedro de Ceballos. El 25 de mayo de 1810 el pueblo de Buenos Aires, animado por el ejemplo de Francia y los Estados Unidos del Norte, lanzó el grito de independencia.

Pero... ¿se trata de eso? ¿Piensa hoy seriamente algún gobierno europeo en reivindicar sus viejos títulos coloniales; pasa por la imaginación de algún estadista español, por más visionario que sea, la reconstrucción de los antiguos virreinatos y capitanías generales de la América? ¿Puede la Gran Bretaña acariciar la idea de volver a atraer las colonias emancipadas en 1776?

Si hoy, con los faroles de gas y el crecido personal de agentes de policía, es empresa de guapos aventurarse después de las ocho de la noche por la Alameda de Acho, imagínese el lector lo que sería ese sitio en el siglo pasado y cuando sólo en 1776 se había establecido el alumbrado para las calles centrales de la ciudad. La obscuridad de aquella noche era espantosa.

En 1738, no habiendo podido realizarse el proyecto del edificio en las afueras de la puerta de Triana, se trasladó la escuela á una casa de la Calzada á la Cruz del Campo, de donde pasó en 1776 á ocupar el edificio de san Hermenegildo, residencia que fué de los jesuítas, donde estuvo hasta que se trasladó en 1785 á la plaza de Pumarejo y á un espacioso edificio, en que permaneció hasta su extinción, primero en 1823 y completa en 1836.

Su poder desapareció finalmente en 1769, año en que el rey de España expidió un decreto por el cual fueron expulsados los jesuítas de los dominios españoles en América. El Paraguay pertenecía entonces nominalmente a la jurisdicción del virrey del Perú, pero en 1776 quedó incorporado al virreinato del Río de la Plata, creado en ese año.

Guirior, acompañado de su esposa, llegó a Lima de incógnito el 17 de julio de 1776, como sucesor de Amat. Su recibimiento público se verificó con mucha pompa el 3 de diciembre, es decir, a los cuatro meses de haberse hecho cargo del gobierno. La sagacidad de su carácter y sus buenas dotes administrativas le conquistaron en breve el aprecio general.

En esa época el virreinato comprendía casi toda la América del Sur; pero su territorio fué dividido posteriormente en tres virreinatos, de los cuales el de la Nueva Granada fué creado en 1718, y el del Río de la Plata en 1776.

Hállanse éstas, así como casi todas las treinta y dos obras no dramáticas de Lope de Vega, en las Obras sueltas de Lope de Vega: Madrid, 1776 y siguientes, veintiún tomos en 4.º Los manuscritos de Lope de los Sres. Pidal y Durán no dejan ya lugar á dudas, porque los hay, entre ellos, de las composiciones impresas de Burguillos. Pellicer, I c., I pág. 177.

Todo esto podrá ser verdad; pero también lo es que, desde el año de 1776, en que salió a luz por vez primera el libro divino, salvador, redentor y pacificador, las guerras han sido tan frecuentes como siempre y mil veces más espantosas por los millones de hombres que en ellas miserablemente han perecido. Cuando no hay guerra, hay una cosa tan mala, tal vez peor que la guerra: la paz armada.