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Actualizado: 22 de julio de 2025
Ahora son nuestros amos; pero mañana ¡quién sabe!» Y se pasean callados, a paso igual y triste, sin sorprenderse de nada, aprendiendo lo que no saben, con las manos en los bolsillos de la blusa: de la blusa azul, sujeta al cuello con un botón de cristal amarillo: y por zapato llevan una suela de cordón, atada al tobillo con cintas.
Creo que llegará tiempo en que un zapatero ponga su retrato fotografiado en la suela de cada zapato que hace, y en que los aguadores peguen tambien su estampa con engrudo, en el frontispicio de la cuba, como medio de identificar la persona.
Después pasó una mujer pequeña y enflaquecida, una pobre obrera de las que habitan en la otra orilla del río. Cansada del trabajo, sostenía en un brazo la pesada cesta y un chicuelo mofletudo que se agitaba con nerviosa alegría, mientras tiraba con la otra mano de un galopín de cinco años que se obstinaba en no andar por habérsele desatado el zapato.
Pasaba junto a él un niño llevando en un pie una bota de charol y en el otro un zapato rojo, arrastrando la balumba de arrugas de unos pantalones de hombre, cubriéndose la cabeza con una pamela de paja desengomada y con vestigios de flores. No, no era una máscara.
La única justificación del flirt, como la del Dios de Stendhal, es que en general no existe. Empiezan las cosas por ahí, porque de algún modo hay que empezar; pero pronto la naturaleza hace oír su voz, y la mano, que atrae furtivamente la mano, el pie que roza el zapato de raso... semejan esas flores que brotan en los árboles, precediendo en la vida a la fruta que las reemplaza.
Esta sensatez en materia de consecuencia me maravilla, y me da motivo para decir que el pueblo francés es voluble, hasta el punto de contradecir su propio carácter. Las enseñas mercantiles é industriales son para mí un objeto de gran distraccion. Al zapato galante.
Al ver el calzado parisiense en estos hermosos escaparates, no he podido menos de decirme repetidamente: si una mujer tuviera el pié como es el zapato que aquí miro, ¿qué nombre daríamos á aquel pié? seguramente lo llamariamos fenómeno, aborto, extravagancia. Hé aquí la industria francesa: á fuerza de ser delicada, sutil, vaporosa, es una industria fenomenal.
Caro sería ello respondió Preciosa si nos pellizcacen. No, a fe de caballeros respondió uno ; bien puedes entrar, niña, segura que nadie te tocará a la vira de tu zapato; no, por el hábito que traigo en el pecho. Y púsose la mano sobre uno de Calatrava.
Los actores se olvidan sin cesar de sus papeles: una dama griega, por ejemplo, al contar su nacimiento, dice sencillamente que es hija de Luis López, y que se llama María. El príncipe Rosicler monta en un jacucho, trayendo en la mano un zapato monstruoso, y recorre toda la tierra para buscar la dama á quien pertenece aquella enorme lancha.
Vaya usted á ofrecer dinero á Alcalá Galiano y á Moreno Guerra.... Esos alborotan allá, en las Cortes; de esos no se trata. Tratamos de los que alborotan aquí. Pues le aseguro á usted, señor don Elías de mi alma, que con lo que me ha dado, no tengo ni para la correa del zapato del orador más malo de este club. Le digo á usted que basta con eso. El señor no está para gastos.
Palabra del Dia
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