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Actualizado: 22 de julio de 2025


Pero siendo la primera impresión la que más le dominó, echóse á la calle con ella, llegó al corro de bolos, pagó media á los jugadores ... y metió al alcalde en un zapato como quien dice, en cuanto oyó, vió y palpó el reyezuelo que el solariego se carteaba con señorones.

La mujercita saludó con una dulce sonrisa a Juan, y dejando sobre su mismo banco el pequeño y la cesta, encorvóse penosamente para atar el zapato de su hijo mayor.

Entonces vestía don Fermín un cómodo, flamante y bien cortado balandrán, y en un rincón de la alcoba se escondían las zapatillas de orillo y el gorro con mugre; el zapato que admiraba Bismarck, el delantero, y el solideo que brillaba como un sol negro, ocupaban los respectivos extremos del importante personaje.

Pongo en conosimiento á ese cuartel que el señor Anaya el día primero salió con rumbo á ese cuartel imponiéndose aserme entrega de los armamentos que tenía en su escota pues se lo mande hapedir con el coronel Eduardo Goulte, disiéndole que el no entregaba nada pues esos armamentos los necesitaba el para su marcha y ademas disiendo el que como el se hiva á poner á las ordenes de un brigadier sin camisa y sin zapato, esto que le digo en estas líneas se lo pruevo en caso que el se negara.

Pero la que excitaba la admiración y el aplauso de la muchedumbre era la denominada de las viejas ricas, compuesta de veinte ó treinta muchachos disfrazados de viejas con espléndidos trajes de seda, peluca blanca, media negra y zapato de raso, cuyos cantos deliciosos, impregnados de toda la sal de la Bética, pronto iban á dar la vuelta á España.

No defendía, sin embargo, su tesoro, pues me lo había confiado hasta su vuelta, y lo que de él tenía en más estima, consistía en una rama del sauce que cubría el sepulcro de Napoleón, un zapato de raso de una bolera, tamaño como una nuez, y una colección de caricaturas de lord W..., su tío. Eso pinta al hombre dijo el general. Pero yo no hago más que charlar dijo Rafael . Adiós, prima.

La mitad es debida al juego teatral de los espejos interiores; debida á la mágia parisiense. Aquí todo tiende á ser mágico; hasta la bota con que pisamos el lodo inmundo: la misma bota, el mismo zapato, la humildad aplicada al vestido del pié, lleva aquí detrás su cortejo, su galantería; au soulier galant.

No habrá oído usted decir punta a la madrileña, tacón Isabel II o hechura española, como se dice punta a la florentina, zapato Richelieu, tacón Luis XV, hechura inglesa.

Unos, viéndola tan sin pelo, la tenían por de cuero de rana; otros, decían que era ilusión; desde cerca parecía negra y desde lejos, entre azul; llevábala sin ceñidor; no traía cuello ni puños; parecía, con los cabellos largos y la sotana mísera y corta, lacayuelo de la muerte. Cada zapato podía ser tumba de un filisteo. ¿Pues su aposento?

No encontrando nada mejor, se pone a hablar de los zapatos de baile, para sondear al mismo tiempo las intenciones de Martín. Este no opone objeción alguna; es preciso que Gertrudis se haga tomar las medidas inmediatamente; y, como la joven se niega a quitarse el zapato en presencia de Juan, éste la llama «remilgadaLa joven se ofende, se pone a llorar y sale.

Palabra del Dia

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