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Un guarda de Camargue, hombrecillo rechoncho y velludo, que trascendía a montaraz, con ojos saltones inyectados de sangre y con aretes de plata en las orejas; después dos boquereuses, un tahonero y su yerno, los dos muy rojos, con mucho jadeo, pero de magníficos perfiles, dos medallas romanas con la efigie de Vitelio.

Rustán Bajá, yerno del gran Turco y Vicario general suyo, dice una cosa muy acertada, como hombre sabio y valeroso: que los cristianos nos veníamos á perder por querernos sacar los ojos unos á los otros, por rencor y odio particular que tenemos, como hombres de poca fe, y por fiar más en nosotros que en Dios.

Es verdad que tenía una excusa, que es la de todas las madres en casos análogos: sentíase un poco enamorada de su futuro yerno, y sumamente agradecida por la distinción que había hecho con su hija; parecíale en extremo inteligente y espiritual, puesto que había sabido apreciar su inteligencia; y juzgábale honrado y delicado por haber preferido su belleza y sus cualidades, a otras ventajas más positivas.

Habla con familiaridad; se ve que no le costaría ningún esfuerzo estrechar la diestra de los viajeros. Su hijo ha muerto; su yerno ha muerto; los dos eran empleados de «la compañía», y los señores de la Dirección le han dado una plaza para que mantenga á sus nietos. El personal escasea; además, él conoce el italiano, por haber trabajado algún tiempo en un arsenal de Génova.

Te creo, muchacho dijo Aresti Claro es que no te sabrá mal ser yerno de un millonario; pero esto es miel sobre hojuelas y aquí las hojuelas son tu amor.

Al ladrón de mi yerno le molesté desde el primer momento; tenía celos de , quería alejarme para dominar en absoluto a su mujer; y ella, que ama a ese payaso, que cada vez está más unida a él por las ovaciones, dijo que a todo. ¡Las exigencias del arte! ¡Su modo de vivir, que no les permite deberse a la familia, sino al arte!

Mire usted dijo Paco al oído de la señora que tenía á su lado con qué energía defiende D.ª Feliciana los perros chicos de su yerno. D.ª Feliciana comprendió por el movimiento de los labios del jugador y por la sonrisa de su compañera que había servido de tema á una burla, y no dijo otra palabra. El juego continuó y volvió á escucharse el cántico de los números en medio de religioso silencio.

¿No será mejor que procures desembarazarte de ellos? Huerta está en el Ministerio. Mira a ver si le mandas de gobernador a cualquier parte.... ¡Pues es verdad! Ahora mismo voy a hablar a Arbós.... ¡Pero lo que es a mi señor yerno no le perdono!... Esta noche me las ha de pagar, o no me llamo Pepa.

Su hermana primera, a quien habían tocado aún algunos rayos débiles del esplendor de la casa, logró casar ventajosamente con el hijo de un banquero rico. Nada aprovechó a su familia. Ni D. Antonio ni su hijo Antoñito pudieron ver el color de las monedas de su yerno y cuñado respectivamente. Las otras dos también casaron con jóvenes distinguidos, pero sin dinero.

La marquesa viuda de Montefrío, prendada de las virtudes de D. Jacinto, y después de oír los consejos e informes del Padre Atanasio, su confesor, había decidido tomar a don Jacinto para yerno, casándole con su hija, la marquesita, heredada ya y señora de una renta anual de más de veinte mil ducados.