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Actualizado: 1 de julio de 2025
¿Qué opino yo de la <i>prescientia</i>? dije tratando de no turbarme para contestar alguna ingeniosa vulgaridad que me sacase del compromiso. Opinará lo mismo que San Agustín, <i>secundum Augustinus</i> indicó oficiosamente D. Paco, que anhelaba mostrar su erudición.
La moda había traído profesores del otro lado del mar, compadritos de los arrabales de Buenos Aires, orgullosos y confusos al verse aclamados lo mismo que un tenor de fama ó un conferencista. Pero sobre estos bailarines de una vulgaridad originaria y que se hacían pagar, triunfaba Julio Desnoyers. Los incidentes de su vida anterior eran comentados por las mujeres como hazañas de galán novelesco.
Después de esta vulgaridad, permaneció cortado, mirando con embarazo á Clementina, que estaba pálida, verdosa, sofocada, con los ojos dorados por la hiel. Por fin pudo recobrar la respiración y temblando de cólera, dijo: ¿Con que me ha engañado usted, diciéndome que se ausentaba? Yo le creía de viaje y está usted en París.... He vuelto antes de lo que pensaba, balbuceó Fortunato.
La reunión fue en el gran comedor de Eritaña, un salón en pleno jardín, con decorado de arábiga vulgaridad, pobre imitación de los esplendores de la Alhambra.
A mi vez, yo estudiaba un poco al don Salvador que acababa de echar pie a tierra, aunque conversando aún en la mano las riendas de su mula, pequeña, fuerte, de un color casi negro y vuelta ya a la vulgaridad de su especie, después de los pasajeros resplandores de la cumbre.
Hay un término medio, delicadísimo, muy difícil de alcanzar, en el cual debe mantenerse la persona verdaderamente elegante. Muchos que quieren huir demasiado de la vulgaridad, dan en la extravagancia; procura que en tus atavíos, sin que falte lo común y corriente, haya algo exclusivamente tuyo, algo personal, personalísimo, que no puedan imitar los demás, y habrás logrado el objeto.
¡Qué vulgaridad! Esos son ojos de las gentes del pueblo, de cocineras y cigarreras. Que el modo de andar de las españolas tan ligero, tan gracioso, tan sandunguero, es lo más encantador que pueda imaginarse. Pero ¿no conoce ese señor que nos mira como parias dijo Eloísa , y que estamos haciendo todo lo posible para enmendarnos y andar como se debe? Lo mejor será que le convirtáis dijo Rafael.
Concluía el primer acto de Tristán e Isolda. Cansado de la agitación de ese día, me quedé en mi butaca, muy contento con la falta de vecinos. Volví la cabeza a la sala, y detuve en seguida los ojos en un palco balcón. Evidentemente, un matrimonio. El, un marido cualquiera, y tal vez por su mercantil vulgaridad y la diferencia de año con su mujer, menos que cualquiera.
Doña Laura propuso jugar a la brisca; trajo D. José de su cuarto una sebosa baraja, y en el comedor, bajo la pestífera llama del petróleo mal encendido, formaron el más alegre corrillo que vieron casas de huéspedes. Huyendo de tanta vulgaridad, retirose Isidora a su cuarto, donde se encerró.
A este paraje apartado y romántico acuden todas las tardes los melancólicos fracasados de todos los ideales, los soñadores de las áureas apoteosis que han visto hundirse la leyenda de sus vidas en la bahorrina de la vulgaridad, en el vacío de un vivir abrumadoramente cotidiano.
Palabra del Dia
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