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Actualizado: 1 de julio de 2025
Casóse, pues, con ella, y todos los tormentos que una inteligencia predestinada, todas las amarguras que un alma delicada puede sufrir al contacto permanente de la vulgaridad de espíritu y de la bajeza de carácter, todo eso lo sufrió Fabrice al lado de esa preciosa criatura.
Creyó el gran perdis que su amigo estaba loco, y en el fondo de su alma le compadecía, aunque admiraba el atrevimiento de Rubín para hacer la más grande y escandalosa calaverada que se podía imaginar. ¡Casarse con una...! Esto era un colmo, el colmo del buen fin, y en semejante acto había una mezcla horrenda de ignominia y de abnegación sublime, un no sé qué de osadía y al mismo tiempo de bajeza, que levantó al bueno de Rubín, a sus ojos, de aquel fondo de vulgaridad en que estaba.
Y usted es una de esas excepciones; y para que nunca caiga en el pecado de ponérsela, se lo advierto. ¿Y qué habría en ello de malo? Que con la mantilla dejaría usted de ser un tipo lindísimo y de pura raza santanderina, para confundirse con la vulgaridad de las señoritas más ó menos cursis. Yo tengo amigas que llevan el velo muy bien.
Hasta, alguna vez, se había sorprendido pensando: «Yo soy un cualquiera; no soy un hombre de genio; seré como mi padre: un bendito, un ser vulgar». Y ahora le gritaba el alma: «¡Un ser vulgar!». ¿Por qué no? ¡Imbécil, imita la vulgaridad de tu padre! Acuérdate, acuérdate: ¿qué anhelaba aquel hombre?
La verdad es que no me gustaría dejar de ser Diana Gardanne para convertirme en la señora Durand, la señora Dupont o la señora Boucher; se me figura que tendría un aire de vulgaridad espantosa. Pues yo, cuando he soñado en las cualidades que pudiera tener mi marido, nunca he formulado el deseo de que esté adornado con un nombre decorativo. ¡Ahí viene mamá! ¡Buen día, tía! exclamó Diana.
En medio de la vulgaridad e insulsez de su vida diaria y de la monotonía del trabajo siempre idéntico a sí mismo, tales azares revolucionarios eran poesía, novela, aventura, espacio azul por donde volar con alas de oro. Su fantasía inculta y briosa se apacentaba en ellos.
La gran artista, rival de Sara, sufrió mucho, porque toda su vida fué de amor, y ese padecer acerbo informa su arte y lo fecunda. Para desesperarse, como para reír, no necesita Eleonora Duse recurrir á la vulgaridad de los gestos aprendidos: con asomarse á su propio corazón habrá hecho bastante.
Admiraba los heroicos expedientes discurridos por este hombre hacerse rico sin apelar a la vulgaridad del trabajo ordinario, reservado a los otros mortales. Y así permaneció Isidro algún tiempo, escuchando los planes del aventurero desorientado que iba a América con cuatro siglos de retraso. La honradez en alarma de sus oyentes formulaba tímidas observaciones.
Esa es una vulgaridad propagada en el pueblo dijo la condesa, mientras que Rita, sin oír las palabras del barón, había ido a ocupar su acostumbrado asiento . Ese cocodrilo fue presentado al rey don Alfonso el Sabio, por la famosa embajada que le envió el soldán de Egipto.
Para entregarse sin reserva a las impresiones que llevan consigo nuestras tonadas y nuestros bailes, es preciso un carácter como el nuestro; es preciso que la grosería y la vulgaridad sean, como lo son en este país, dos cosas desconocidas; dos cosas que no existen. Un español puede ser insolente; pero rara vez grosero, porque es contra su natural.
Palabra del Dia
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