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Actualizado: 1 de julio de 2025


En el ambiente de la democracia de América, el espíritu de vulgaridad no halla ante relieves inaccesibles para su fuerza de ascensión, y se extiende y propaga como sobre la llaneza de una pampa infinita.

Y sobre esto último pensó mucho Cristeta, porque el teatro y el arte que ella se había fingido leyendo dramas y comedias en la trastienda del estanco o apoyada de codos en el mostrador, no eran el arte y el teatro que la realidad le presentaba. Soñó con una vida toda poesía y encanto, y tropezó con una existencia llena de vulgaridad y desilusión.

Sin el trato y el conocimiento íntimo del carácter, volvemos á repetir, es completamente imposible definir, máxime cuando corre de boca en boca tanta y tanta vulgaridad, escribiéndose en la generalidad de los casos en el mismo tono en que se habla. No ha muchos días, hojeando una de las últimas entregas de la Revista Europea nos fijamos en un artículo, en cuyo epígrafe se leía: Una llaga social.

Hay en la vida, al lado de la vulgaridad de los intereses cotidianos, á la que no tengo la niñería de pretender escapar, una poesía permitida. ¿Qué digo?... ordenada. Es la revelación del alma dotada de la inmortalidad. Es preciso que esa alma se sienta y se revele algunas veces, sea por transportes más allá de lo real, por aspiraciones más allá de lo posible, ó por tempestades ó por lágrimas.

Las condiciones en que se desliza la vida actual hacen a la mayoría de la gente opaca y sin interés. Hoy, a casi nadie le ocurre algo digno de ser contado. La generalidad de los hombres nadamos en el océano de la vulgaridad. Ni nuestros amores, ni nuestras aventuras, ni nuestros pensamientos tienen bastante interés para ser comunicados a los demás, a no ser que se exageren y se transformen.

Con todo, de cuando en cuando se despertaba sobresaltado, como si algún resorte le hiciese saltar; y dos veces le oimos pronunciar dormido, las palabras a thousand pounds! Acaso el buen John Bull soñaba con alguna especulacion ventajosa. Un Inglés hace negocios hasta dormido. La pareja francesa era uno de esos matrimonios bourgeois que son el término medio entre la vulgaridad y el buen sentido.

Era, pues, un edificio grande sin ser imponente, y cómodo sin caer en la vulgaridad desgraciada de las construcciones modernísimas. Manteníase en un término de conciliación entre la aristocracia y la burguesía, aceptando la altivez fastuosa de aquélla y las inclinaciones prácticas y sensuales de ésta. La casa reflejaba en cierto modo la posición de sus dueños.

El andar a pie por las calles, signo, según ella, de pobreza y de degradación, y la vulgaridad de su marido, que se revelaba en sus maneras, en su modo de vestir, en la facilidad con que bromeaba con las criadas, como hombre acostumbrado a esos floreos de mostrador con que se halaga a las parroquianas, no pudiendo ver unas faldas lisas sin soltar cuatro requiebros inocentes y sin consecuencias.

La inquisición aún vive entre nosotros; no tememos a la hoguera, pero nos causa pavor el «qué dirán». La sociedad estacionada y refractaria a toda innovación es el Santo Oficio moderno. El que desentona, saliéndose de la general y monótona vulgaridad, se atrae las iras sordas de la gran masa escandalizada y sufre el castigo.

Dicen que D. Pedro es ridículo; pero ¡ay!, como la hidalguía, la nobleza y la elevación de sentimientos son una excepción en esta sociedad, las gentes llaman ridículo al que discrepa de su nauseabunda vulgaridad... Yo, no por qué confiaba en el éxito del valor de Congosto... Anhelaba ser hombre, y me consumía en mi profundo dolor.

Palabra del Dia

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