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Actualizado: 12 de noviembre de 2025


El médico sacudía la cabeza sonriendo. Está muy bien eso: yo lo creo así también.... Pero vuelvo a decirles a ustedes que entonces no sería un negocio. Distribuyeron algunas monedas entre los enfermos, visitaron la capilla, donde dejaron también algún dinero para hacer un traje nuevo al niño Jesús. Al fin abandonaron aquel recinto lóbrego.

Cuando vuelvo de tomar el desayuno en el vagón-restorán, le encuentro solo. Me habla de la gran dama, que ocupa todo un departamento, y de su acompañante, que viaja con tanto desahogo como la señora. ¡El dinero que debe tener esta duquesa!... Y sin embargo, sufre lo mismo que él: más aún tal vez.

Así que vuelvo a decir que a Camacho me atengo, de cuyas ollas son abundantes espumas gansos y gallinas, liebres y conejos; y de las de Basilio serán, si viene a mano, y aunque no venga sino al pie, aguachirle. ¿Has acabado tu arenga, Sancho? -dijo don Quijote.

3 Y otra vez vuelvo a protestar a todo hombre que se circuncidare, que está obligado a hacer toda la ley. 4 Vacíos sois del Cristo los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído. 5 Porque nosotros por el Espíritu aguardamos la esperanza de la justicia por la fe. 6 Porque en el Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión; sino la fe que obra por la caridad.

Vérod se levantó, y pasándose la mano por la frente, exclamó, vencido, perdido: ¡No diga usted eso!... , es cierto... Tiene usted razón... Puede usted tener razón... ¡Pero no diga usted, no lo repita!... ¡Porque entonces, resulta que yo, yo mismo la he muerto!... ¡Muerta por !... ¡Por !... Mire usted... esta idea, esta sospecha, me destroza el corazón. ¡Siento que me vuelvo loco!

Así, pues, si usted me da su permiso, vuelvo a mi tribuna a tomar algunas notas sobre la sesión de hoy. ¡Pues no faltaba más sino que yo...! Corra usted, amigo mío; y mil gracias por tantas bondades. Señor don Simón... Señor don Arturo... Hasta la vista. Hasta la primera. Marchóse el mozo, y quedóse Peñascales hecho un papanatas. Aquel encuentro le parecía providencial.

No te enfades, mujer. Porque te quiero bien y me pesa que tomes disgustos sin motivo es por lo que te he prevenido. No faltaría alguno que te fuese con el cuento desfigurando lo que ha pasado... Vuelvo á decirle replicó la joven con más ira todavía, que todo lo que usted me cuenta me tiene sin cuidado.

De repente se levantó y dirigiéndose al que había sido su acompañante, le dijo con tono compungido: Da lástima, ¿eh?... Ya vuelvo; voy a buscar un crucifijo..., ¡es necesario que ese pobre muera como buen cristiano que es! Y salió. El enfermero se acercó al enfermo y éste le dijo con cara alegre: ¡Pisó el palito!.. ¡cái como un ángel!

¡Qué contrariedad! Tengo que verle hoy mismo. Tal vez venga á la hora de comer. No quisiera esperar; he de verle antes. Además, yo no como aquí; yo no vuelvo acá, señora ... Ahora me despido de usted para no volver más. Doña Paulita se quedó mirando al joven como si oyera de sus labios la cosa más inverosímil y más absurda. ¡Para no volver! dijo cerrando los ojos.

Adios, vuelvo á decirte, adios ángel divino, A quien pusiera el cielo delante mi camino Para calmar mis horas de doloroso afan; Desde el momento mismo que pude contemplarte, Mi corazon ardiente tan solo supo amarte, Como en la vida se ama, solo una vez no mas.

Palabra del Dia

aquietaron

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