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Caí al suelo, y en aquel sopor... vete haciendo cargo... en aquel sopor se me apareció un ángel y me dijo, dice: 'José, no tengas celos, que si tu mujer está encinta, es por obra del Pensamiento puro.... ¿Ves qué disparates? Es que ayer tarde trinqué la Biblia y leí el pasaje aquel de...».

7 y caí al suelo, y una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 8 Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo Soy Jesus de Nazaret, a quien persigues. 9 Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; mas no oyeron la voz del que hablaba conmigo. 10 Y dije: ¿Qué haré, Señor?

He prometido alegrarme de que D. Luis se vaya. He querido olvidarle y hasta aborrecerle. Pero mira, Antoñona, no puedo; es un empeño superior a mis fuerzas. Cuando el vicario estaba aquí juzgué que tenía yo bríos para todo, y no bien se fue, como si Dios me dejara de su mano, perdí los bríos, y me caí en el suelo desolada.

760 "El hombre, hasta el más soberbio, con más espinas que un tala, aflueja andando en la mala y es blando como manteca: hasta la hacienda baguala cai al jagüel con la seca." 761 "No andés cambiando de cueva; hacé las que hace el ratón. Conserváte en el rincón en que empezó tu esistencia: vaca que cambia querencia se atrasa en la parición."

Uní las sábanas de la cama con un fuerte nudo, las até a la baranda de la ventana y traté de bajar al suelo. La vehemencia del deseo me prestó una fuerza sobrenatural, y mi ángel bueno me protegió sin duda, porque las sábanas eran demasiado cortas y caí de una gran altura, sin herirme, sin embargo. Después, deslizándome a lo largo de las paredes, corrí hasta el puente.

Burlado en la idea de hallar el nuncio de mi ventura, caí en otros pensamientos tan extraños, que ni yo mismo acertaba a explicármelos, y aun con mucho esfuerzo podré descifrártelos en parte, pues cosas hay que no es posible manifestarlas como sentirlas.

Yo caí desde lo alto de las nubes. ¡De modo que los bosquecillos de nuestro jardín nunca habían prestado su abrigo a dos enamorados; la luna, que brillaba por entre las ramas, nunca había sido testigo de besos clandestinos! ¡Puras quimeras todas mis imaginaciones!

Salí, como digo, de la ínsula sin otro acompañamiento que el de mi rucio; caí en una sima, víneme por ella adelante, hasta que, esta mañana, con la luz del sol, vi la salida, pero no tan fácil que, a no depararme el cielo a mi señor don Quijote, allí me quedara hasta la fin del mundo.

Se me antojó que Clarita era una muñeca para mi diversión. Yo no caí en nada... no me hice cargo... pensé sólo en que, ya casada, haría una excelente señora de su casa, y me recibiría al amor de la lumbre, y yo le llevaría flores, frutas y pajaritos de regalo. ¡Si vieses qué corza he hecho venir para ella de Sierra Morena! Es un primor. La tengo abajo en el corral... y se la iba á llevar mañana.

Retrocedí un paso y renové el ataque, pero aquella vez le abrí la mejilla y salté atrás antes de que él pudiera alcanzarme. Parecía desconcertado por la violencia de mi ataque, pues de lo contrario creo que hubiera acabado conmigo. Caí sobre una rodilla, jadeante, esperando verme atropellado por su caballo.