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Actualizado: 6 de junio de 2025


Tampoco provino, como han sostenido algunos, de las coplas de Mingo Revulgo, ni de las églogas de Virgilio que Encina tradujo, sino de una serie de representaciones, más imperfectas en verdad, aunque parecidas, con que se solemnizaba en las iglesias la noche de Navidad.

La muchedumbre napolitana de la Edad Media le había atribuído toda clase de prodigios, hasta convertir al poeta en mago poderoso. El brujo Virgilio construía en una noche el castillo del Huevo, colocándolo con sus manos sobre un gran huevo que flotaba en el mar.

Juanita, que gustaba mucho de las castañas, como la Amarilis de Virgilio, se avino a que don Pascual le comprase un cuarterón de pilongas, que también se iba comiendo sin el menor melindre.

Lo que quiere expresarse es la aparición de escritos tan profundos y sutiles que los de Homero, Dante, Virgilio, Ariosto, Shakespeare, todos nuestros grandes dramáticos y los dramáticos griegos, en suma, cuanto hay de conocido hasta ahora y puesto en letra de molde, sea fruslería insubstancial, superficial y epidérmica, que de tal la califica el Sr.

Así, los que leen la traducción de Caro, encuentran en ella el mismo sabor delicioso que se desprende de la lira del cisne de Mantua, la misma fuerza y aquella suavidad exquisita e insuperable que ha hecho de Virgilio el príncipe de los poetas latinos.

Pocos se encontrarán entre los latinos que le igualen en algunas prendas; pero en todas, ninguno. Entre los griegos hay más. Virgilio Marón es divino entre los latinos; pero compara su Eneida con la Jerusalén de Lope. Grande es Marón en aquélla, mayor Lope en ésta. Entre los latinos no hay con qué comparar á la Dragontea y la Angélica.

¡Si! Que digan que alabas á VIRGILIO, porque él se ha portado bien contigo; que JUNO defiende á HOMERO, pues él es el cantor de las venganzas; que os hacéis mútuas caricias y atentos cumplidos. Pero, , JÚPITER, ¿por qué no intervienes en las disputas y te estás allí, como el ignorante, que oye embobado las trilogías en las fiestas olímpicas?

No menor influencia han tenido dos cartas, una para y otra para Petrona, dos chispeantes y graciosas epístolas de Rosalía Arregui del Moral de Pérez y Gámpora, dirigidas desde «Los Carpinchos», de donde no se mueve Rosalía, va ya para dos años, quieta junto a su pastor en la soledad de los campos, persistente en ayudarle con la gracia de su presencia a reconstruir la fortuna, alegre, feliz, y viviendo, en fin, entre corderillos, recentales y aves domésticas, con arreglo a los clásicos preceptos de las geórgicas de Virgilio.

Silbó la locomotora, pequeña como un juguete, salió á toda velocidad por debajo de los cobertizos inmediatos, arrastrando el enorme tanque, en cuyos bordes se agitaba el líquido rojo, siguiendo el traqueteo de las ruedas. Aresti, casi cegado por tanto resplandor, tomó la mano del ingeniero. ¡Guíame, Virgilio! dijo riendo. Yo voy como el poeta de los infiernos: cuida de que no nos quememos.

No todos los días conseguía Ulises el placer de esta conversación que se desarrollaba invariablemente desde la vía Partenope al monumento de Virgilio. Las más de las mañanas aguardaba en vano frente á los puestos de los ostricarios, escuchando á los músicos que saludaban con sus romanzas y sus mandolinas las ventanas cerradas de los hoteles. Freya no aparecía.

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