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Lo único que yo diré es que en lo científico, el imitar y el alcanzar se comprenden, porque en lo científico cabe y hay progreso; pero en lo puramente literario y artístico no se progresa nada. El progreso no trae escultor que valga más que Fidias, ni lírico mejor que Píndaro, ni trágico mejor que Sófocles, ni orador más elocuente que Demóstenes, ni poeta más inspirado y elegante que Virgilio.

Para satisfacer la curiosidad natural de Morsamor y de Tiburcio, donna Olimpia, en presencia de Teletusa y del doncel, no tardó en contar a grandes rasgos sus aventuras. Y como donna Olimpia era tan latina y tan abastada de erudición clásica, empezó diciendo como el Eneas de Virgilio: ¡In fandum, Morsamor, jubes renovare dolorem!

A las cuatro esquina de dicho patio fuera de los corredores mirando al centro de él hay cuatro estátuas algo maltratadas de cuerpo entero sobre pedestales de piedra tosca de vara y cuarta de ancho y vara de alto; la una de marmol que representa la Diosa Palas de tres varas y dos tercias de alto, otra de la misma piedra y tamaño que representa la propia Diosa aunque en diferente postura y acto, otra de la misma piedra de dos varas y cuarta de alto que representa la Diosa Ceres y la otra de la misma piedra de dos varas y tercia de alto que representa la Copa Siriaca de Virgilio según la memoria antigua.

Sabía esperar para pedir a tiempo, dejar pasar los primeros instantes de un enfado, no irritar el disgusto con respuestas y evocar, en ocasión propicia, el recuerdo de lo ofrecido. Los comienzos de su amistad fueron una especie de pacto contra el latín y contra aquel modo de enseñar la lengua del Lacio que hacía aborrecibles a Virgilio y a Cicerón.

Si encuentran en VIRGILIO el nombre de un rio, nos derrama el Comentador el principio, el fin, y la carrera de aquel rio: nos dice quantas cosas ha hallado en los Autores sobre el asunto; y por decirlo de una vez, hace un comento largo para explicar una palabra facil de entender; y no hace otra cosa que llenar el celebro de los lectores de noticias comunes, y tal vez falsas.

Y se ensañó el buen hombre, fantaseando cuadros domésticos, idílicos y bucólicos; pero ¡cosa rara! cuanto más clamoreaba la zampoña de Virgilio y Garcilaso, más indiferente y fresca iba mostrándose Nieves. ¡Cómo demonios era aquello?

Si es difícil trasladarse en espíritu á principios del siglo XVI sin salir de España, más lo es volar á Grecia ó á Italia no pocos siglos antes, y no por eso dejo de atreverme á decir que comprendo, estimo y admiro á Píndaro, á Horacio, á Virgilio, á Dante y al Petrarca.

Si Virgilio nos hubiese dejado un arte de escribir la epopeya, ¿no la seguiríamos? ¿Y porque es de Lope la rechazamos? ¿Es acaso más fecundo el ingenio del uno, porque es del Lacio, que el del otro, por ser de España? Seguramente florece éste mucho más entre nosotros que Virgilio y Ovidio florecieron entre los romanos. Ingrata es la patria, que adora extraños, y priva á sus hijos del honor debido.

Respondióle uno de los filósofos que bien podia creer, sin que le quedase duda, que habia seres inteligentes mucho mas chicos que el hombre, y le contó, no las fábulas que nos ha dexado Virgilio sobre las abejas, sino lo que Swammerdam ha descubierto, y lo que ha disecado Reaumur.

De las muchas diferencias que existían entre su musa y la de Virgilio, la principal era que la de D. Marcos huía de las sencillas y puras escenas de la naturaleza; y así como el pez no puede vivir fuera del agua, la musa susodicha no se encontraba en su centro fuera de las infectas buhardillas, de los húmedos sótanos, de todos los sitios desapacibles y repugnantes.