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Otro libro tengo, que le llamo Suplemento a Virgilio Polidoro, que trata de la invención de las cosas, que es de grande erudición y estudio, a causa que las cosas que se dejó de decir Polidoro de gran sustancia, las averiguo yo, y las declaro por gentil estilo.

Y así lo ha de hacer y hace el que quiere alcanzar nombre de prudente y sufrido, imitando a Ulises, en cuya persona y trabajos nos pinta Homero un retrato vivo de prudencia y de sufrimiento; como también nos mostró Virgilio, en persona de Eneas, el valor de un hijo piadoso y la sagacidad de un valiente y entendido capitán, no pintándolo ni descubriéndolo como ellos fueron, sino como habían de ser, para quedar ejemplo a los venideros hombres de sus virtudes.

Dícese en ella lo siguiente: Es más fácil que se tope En el mundo á cada paso Un Plauto, un Virgilio, un Tasso, Que en muchos siglos un Lope. Habrá escrito novecientas Comedias... de cuyas palabras se deduce, que las comedias de Lope, en el año de 1620, ascendían á más de novecientas.

Y cada vez que abría la boca para hablar en su idioma, ya sabían las señoras cuál iba a ser el exordio: «dice il poeta Virgilio...». Y lo que decía il poeta era una historia leída por el obispo meses antes en cualquier periódico católico. Otra relación de cordialidad se establecía diariamente entre los diversos grupos.

Dioses y diosas: la JUSTICIA los cree iguales; doblad, pues, la frente, y demos á HOMERO la trompa, á VIRGILIO la lira y á CERVANTES el lauro; mientras que la FAMA publicará por el mundo la sentencia del DESTINO, y el cantor APOLO entonará un himno al nuevo astro, que desde hoy brillará en el cielo de la gloria y ocupará un asiento en el templo de la inmortalidad.

Ferragut sintió la misma inquietud que había experimentado una mañana ante el templete de Virgilio. «¡Está loca!», se dijo mentalmente. Pero á pesar de su locura, la apetecía vehementemente al percibir el suave perfume que exhalaba su carne por el escote del vestido. No vió ya el mundo silencioso que nadaba ó rampaba con un chisporroteo de colores detrás de los cristales. Sólo ella existía.

Soñar que el corazón es siempre joven y que esa juventud es una gloria, sin cuitas que en el vértigo nos roben lo más caro escondido en la memoria. Soñar así es soñar de color rosa; vivir así es vivir en pleno idilio; es tener en el alma, en vez de prosa, una égloga admirable de Virgilio...

Por desgracia, una cosa es sentir y otra expresar bien lo sentido. De este segundo don es del que carezco. El asunto es de sobrado empeño para . ¿He de salir del paso repitiendo en mala prosa lo que ya dijeron en todas las lenguas vivas y muertas, con número y melodía, los poetas buenos y medianos, desde Hesiodo hasta Gracian y desde Virgilio a D. Gregorio de Salas?

Si tratáredes de ladrones, yo os diré la historia de Caco, que la de coro; si de mujeres rameras, ahí está el obispo de Mondoñedo, que os prestará a Lamia, Laida y Flora, cuya anotación os dará gran crédito; si de crueles, Ovidio os entregará a Medea; si de encantadores y hechiceras, Homero tiene a Calipso, y Virgilio a Circe; si de capitanes valerosos, el mesmo Julio César os prestará a mismo en sus Comentarios, y Plutarco os dará mil Alejandros.

No es tampoco la calma poética y serena del golfo de Nápoles, reflejo del alma de Virgilio, que se impregnó de ese cuadro de celeste tranquilidad.