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Actualizado: 4 de julio de 2025


Nuestro don Juan está terriblemente atollado; pues bien, procuremos que él mismo se desatolle enamorando á la Dorotea, y entonces me vine aquí y llamé á don Juan, y sucedió más de lo que yo creía: que vos os enamorásteis de él, y él se deslumbró al veros. Los sucesos han hecho que don Juan sea esposo de doña Clara, y que vos os encontréis con el alma negra, deshecha, desesperada.

Por lo que la Bringas dijo, fuera en estos términos o en otros que no recuerdo, vine a comprender que la imaginación de la insigne señora se dejaba ilusionar por lo desconocido.

Las exclamaciones de Suárez ¡Olé, mi niña! ¡Bendito sea tu salero! ¡Alza, palomita, alza! y otras por el estilo, que soltaba en las pausas del canto, me parecían groseras e impropias. Pero observé que ellas no las tomaban a mal, por lo que vine a entender que eran el acompañamiento natural y obligado de aquel baile. Cuando éste terminó, la hermana María de la Luz corrió a sentarse avergonzada.

Á la verdad, yo os creía en España con el valiente Enrique de Trastamara. Allá estuve, barón, y á Francia vine con la misión de reclutar gente en su auxilio.

Mi entrada ha sido singular; pero no soy un ladrón ni un asesino. Vengo como amigo: traigo paz y amistad. No tenga usted miedo, Clara. Vengo como amigo. Ya nos conocemos de un solo día, cuando vine aquí sosteniendo á ese pobre señor. ¡Oh! y ahora puede venir dijo Clara alarmada. Márchese usted, por Dios. Yo no le conozco, ni me importa todo eso que me ha dicho. Si él llega....

Mas adelante, aclarándose mis luces, vine en conocimiento de mis errores, y de que nadie habia entendido este trozo de demarcacion: hallé los rios Igurey y Corrientes que señalan los tratados, y se creian imaginarios, y por fin, conocí y calculé las ventajas de primer órden que dichos rios nos proporcionan. Las escribí á V. E., y V. E. las trasladó al Rey.

Con estas voces y con esta inquietud caminé lo que quedaba de aquella noche, y di al amanecer en una entrada destas sierras, por las cuales caminé otros tres días, sin senda ni camino alguno, hasta que vine a parar a unos prados, que no a qué mano destas montañas caen, y allí pregunté a unos ganaderos que hacia dónde era lo más áspero destas sierras. Dijéronme que hacia esta parte.

La primera vez me fatigó mucho un moro encantado que en él hay, y a Sancho no le fue muy bien con otros sus secuaces; y anoche estuve colgado deste brazo casi dos horas, sin saber cómo ni cómo no vine a caer en aquella desgracia. Así que, ponerme yo agora en cosa de tanta confusión a dar mi parecer, será caer en juicio temerario.

Juan Montiño hizo una señal afirmativa con la cabeza. ¿Es paisano vuestro, Dorotea? No lo , porque yo no de dónde soy. ¡Ah! vos sois del cielo. Pues entonces no somos paisanos dijo Juan Montiño con mal talante , porque yo soy de la tierra. ¿Habéis estado alguna vez en la corte? Ayer vine por vez primera. Y como en la corte no conoce á nadie, ha venido á parar á mi casa.

Y vine a esta ciudad, pensando que hallaría un buen asiento, mas no me ha sucedido como pensé. Canónigos y señores de la iglesia, muchos hallo, mas es gente tan limitada que no los sacaran de su paso todo el mundo. Caballeros de media talla, también me ruegan; mas servir con éstos es gran trabajo, porque de hombre os habéis de convertir en malilla y si no. «Andá con Dios» os dicen.

Palabra del Dia

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