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Actualizado: 4 de julio de 2025
Un subcoro de «no, no», por parte de las muchachas, y un «venga el santo y seña» por la del teniente de navío, Coxe, de la corbeta de guerra de los Estados Unidos, El Terror, sirvieron de contestación. «Llamad y se os abrirá». Y cuando descubrí lo errado de mi camino y la preciosidad de la gracia continuó el señor Tomás, vine a darla a mi querido vástago. Busqué por mar y por tierra sin desmayar.
Á eso vine á la feria, Antón...; y si no, que diga tío Juan si me pongo en lo justo. Lo que toca á mí dice el aludido, que durante la escena referida se ocupaba en hacer rayitas en el polvo con el palo, lo que toca á mí, no me gusta meterme en la hacienda del vecino, que cada uno puede estimarla en aquello que, pongo por caso, le acomoda.
Y, como ya habréis, señores, oído decir que el Uchalí se salvó con toda su escuadra, vine yo a quedar cautivo en su poder, y solo fui el triste entre tantos alegres y el cautivo entre tantos libres; porque fueron quince mil cristianos los que aquel día alcanzaron la deseada libertad, que todos venían al remo en la turquesca armada.
Sita, sola, se sienta en un rincón y mira en torno suyo. No conoce a nadie; una enfermera pasa y ve a esta joven, que parece estar en cuarentena. Como es una persona caritativa, se acerca y dirige la palabra a Sita. LA ENFERMERA. ¿Espera usted a alguien, señorita...? SITA. ¡Sí...! Es decir... ¡no...! Vine con la señorita Vera. LA ENFERMERA. ¡Ah...! ¡Comprendido...! ¡Usted es la nueva...!
SANCHO. Magnánimo señor, a quien las frentes Humillan estos montes coronados De nieve, que bajando en puras fuentes, Besan tus pies en estos verdes prados: Por consejo de Nuño y sus parientes, En tu valor divino confiados, Te vine a hablar y te pedí licencia, Y honraste mi humildad con tu presencia.
Yo mismo no lo sé; vuecencia tenía la silla de manos dispuesta en una encrucijada; la noche en que vine era tan obscura, que aunque hubiera querido... Muy bien; ahora mismo buscarás un coche de camino. Muy bien, señor. Que el mayoral y los mozos sean extraños, que no me conozcan. Muy bien, señor. Necesito ese coche dentro de una hora. ¿Y el equipaje del señor? No necesito equipaje.
13 ni te pueden probar las cosas de que ahora me acusan. 16 Y por esto, procuro yo tener siempre conciencia sin remordimiento acerca de Dios y acerca de los hombres. 17 Pero pasados muchos años, vine a hacer limosnas a mi nación, y ofrendas,
Pues qué, ¿la Divina Sabiduría no ha dicho: «Yo para esto nací y para esto vine al mundo, para dar testimonio a la verdad?» Y este testimonio ¿no está bien claro y bien patente en las obras visibles que exceden al poder natural, por ejemplo, en la curación de los enfermos, en la resurrección de los muertos y en otros admirables milagros llevados a cabo por Nuestro Señor Jesucristo y por los Santos Apóstoles?
Pero aún tenemos algo que decir. ¿Y esa mujer? ¿Doña Ana de Acuña? Sí, ¿os interesa esa mujer? Yo no he dicho eso. Esa mujer, tenedlo entendido, no es mi querida; pensaba que lo fuese por cálculo; pero os la cedo. Yo no he dicho... Pues bien, padre y señor, no disputemos acerca de esto. Vine á interrumpiros, y os dejo de nuevo libre.
El guapo sintió el escozor del alfilerazo, pero disimuló, esperando la ocasión de tomar revancha; y temiendo no fuese más adelante en sus bromas, se apresuró á alejarse arrastrando consigo á su querida. Los despidieron con algazara. Cuando ya estaban lejos, Antonio les gritó recordando la conclusión de los cuentos: Y todo quedó en paz y gracia de Dios, y yo fuí y vine y no me dieron nada.
Palabra del Dia
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