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Actualizado: 30 de septiembre de 2025


Hay el honor del soldado, el honor del tendero y el honor del noble que no me permite ser el abuelo del pequeño Gómez. ¡Ah! ¡el señor de Villanera pretende legitimar a sus bastardos! Eso es Luis XIV puro, pero nosotros no estamos aliados a la familia Saint-Simon. ¡Cincuenta mil francos de renta!

¡Casi todos, querido doctor! Le citaría más de veinte sin salir de esta misma calle. Además, los Villanera pertenecen a la aristocracia más pura; no veo inconveniente en una alianza con esos señores. Con una condición, sin embargo: y es que el asunto se lleve en plena luz, sin hipocresía. Mi hija puede reconocer un hijo extraño en el interés de dos ilustres casas de España y de Francia.

Perderé el pleito, pero todos los futuros Villanera estarán tachados de Chermidy! Hablaba con tal calor que su discurso llamó la atención del marqués. Se hallaba a diez pasos de distancia, gravemente ocupado en plantar ramas en la arena para hacer un jardincito. Abandonó su tarea y fue a colocarse delante de la señora Chermidy, con un bracito en jarras.

La señora de Villanera, sentada a su lado, desgranaba maquinalmente un grueso rosario de coral, y el pequeño Gómez recogía naranjas del suelo para atiborrarse los bolsillos. En aquel momento pasaba el conde con un libro en la mano. Germana se incorporó y le invitó a tomar asiento. El obedeció sin hacerse de rogar y guardó el libro en el bolsillo. ¿Qué leía usted? preguntó ella.

»He estado bastante enferma después de mi última carta, pero mi segunda madre ha debido decirle que ya estoy mucho mejor. El señor de Villanera quizá también le ha escrito; no le pido cuenta de sus actos. En cuanto a , estoy lo suficientemente fuerte desde hace algún tiempo para emborronar cuatro carillas de papel; pero, ¿querrá usted creer que me falta tiempo?

Don Diego adora a su hijo, y no se consuela de ver en él a un niño sin nombre y, lo que es peor, adulterino. La señora de Chermidy es una mujer capaz de remover las montañas para asegurar a su heredero el nombre y la fortuna de los Villanera. Pero la más digna de compasión es la pobre viuda.

El intérprete llegó cuando el dueño del hotel ya se había acostado, y hubo de levantarse gruñendo y protestando de que se le molestase para asuntos que nada le importaban. Le eran desconocidos los señores de Villanera, y le parecía dudoso que hubiesen estado en la isla, pues todos los viajeros distinguidos se hospedaban en Trafalgar Hotel.

Nada más fácil ni más tentador que llevar hasta allí a Germana, como el águila se lleva a un cordero blanco por el aire, y tenderla bajo tres pies de agua, ahogar sus gritos bajo las olas y comprimir sus esfuerzos hasta el momento en que una convulsión postrera hiciera una nueva condesa de Villanera.

¿Al de los caballos negros? Precisamente. ¡El más hermoso tronco de París! Don Diego Gómez de Villanera es el último vástago de una ilustre familia napolitana transplantada a España durante el reinado de Carlos V. Su fortuna es la más grande de toda la península; si cultivase sus tierras y explotase sus minas, sus rentas no bajarían de dos o tres millones.

Si él fuera bastante débil para acceder a esa fatal entrevista, su madre y yo sabríamos impedirlo. ¡Bastante me preocupo yo de su madre! Tengo derechos sobre él yo también, y los haré valer. No qué derechos pueda alegar una mujer que se ha comportado como usted, pero que la Iglesia y la ley me han dado al conde de Villanera el día en que ellas me dieron a él.

Palabra del Dia

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