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Actualizado: 19 de julio de 2025
El hecho mismo de que Burton Blair, habiéndome ocultado su amistad si es que existía amistad con este vigoroso monje, de cara bronceada y arrugada, me hacía abrigar contra él una especie de vaga desconfianza. Y, sin embargo, cuando recordaba el tono de la carta que le había escrito a Blair, ¿cómo podía dudar de que su amistad, aun cuando secreta, no fuese real y sincera?
A la noche siguiente nos despedimos del vigoroso monje capuchino en la plataforma de la estación de Lucca, y subimos al tren, en el cual debíamos recorrer la primera parte de nuestro viaje de vuelta a Inglaterra.
En los momentos críticos, Bobart tenía la costumbre de desarmar á Clementina llamándola "bella prima." La lisonja hizo su efecto. Una sonrisa altanera crispó los labios de la señorita Guichard; lanzó un vigoroso suspiro que la libró de su opresión y dijo, mirando con altanería á su primo aterrado: ¿Crees que le temo? Ahora vamos á vernos los dos. Viene, sin duda, á pedir gracia, insinuó Bobart.
Hasta iba en busca suya, y el conde se dejaba traer, con sus libros de misterios y su prodigioso rosario, sin hablar una palabra de lo que había descubierto en sus viajes. Al ver el príncipe á Lewis después de dos años de ausencia, tuvo que disimular su triste sorpresa. Sólo los ojos, claros, reposados y dulces, recordaban la perdida frescura del gentleman elegante y vigoroso.
Pero así que Gallardo se iba, estoque en mano, hacia un toro «de cuidado», el banderillero permanecía cerca de él, pronto a auxiliarle con su pesado capote y su brazo vigoroso que humillaban la cerviz de las fieras.
Completamente abatido, con una sensación de frío, como el que despierta de una pesadilla, acompañó al médico, y partieron juntos. El día siguiente, domingo, predicó sin embargo un sermón que se consideró el mejor, el más vigoroso y más lleno de unción celeste que hasta entonces hubieran pronunciado sus labios.
El talento de este autor no era original, ni vigoroso lo bastante para crearse una esfera de acción, en la cual, como en territorio suyo, reinase sin obstáculos; al contrario, se dejaba influir, ya de éste, ya del otro motivo, y de aquí que sus escritos recuerden siempre, y no en ventaja suya, modelos anteriores.
He sabido principió, que Melisa Smith, una huérfana, una de mis alumnas, ha estado tratando con usted para seguir su profesión. ¿Es esto exacto? El hombre del sombrero de azabache se inclinó de nuevo sobre la mesa, y como si jugara, de un golpe vigoroso de taco lanzó la bola contra la tabla con absoluta falta de lógica.
El militar, al detener con un vigoroso esfuerzo el movimiento agresivo de Chaleco contra Elías, se rozó la mano izquierda con la extremidad puntiaguda de la empuñadura de la navaja que el mozo llevaba en la faja. Esta rozadura le levantó un poco la piel y le hizo derramar alguna sangre. El militar se envolvió la mano en un pañuelo, y con la derecha tomó el brazo del viejo.
Eran unos mil; los obreros de la ciudad, y los hombres-fieras, que habían ido a la reunión oliendo sangre y no podían retirarse, como si les empujase un instinto superior a su voluntad. Al lado de Juanón, entre los más animosos, marchaba el Maestrico, aquel muchacho que pasaba las noches en la gañanía, enseñándose a leer y escribir. Creo que vamos mal decía a su vigoroso compañero.
Palabra del Dia
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